Los coahuiltejanos
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Le abro la puerta de par en par a mi imaginación y me planto en lo que leí que era el territorio de Coahuila hace 70 millones de años, describen que corría un inmenso y caudaloso río y que sus brazos en forma de delta daban pie a la formación de pequeños lagos y pantanos...Que maravilla, no había ni un solo ser humano que contaminara aquellas aguas limpias; el cielo debió haber sido de un azul esplendoroso en el que brillaba un sol rubio que se metía al atardecer y daba paso a la llegada de su novia eterna, la luna, vestida de tules – no había entonces, pero pues me estoy imaginando – y sedas de plata. Siglos después empezaron a llegar los hombres, eran nómadas, les llamaron chichimecas a los que habitaron el árido norte. Y cuando descubrieron que podían sembrar su propio alimento se fueron quedando. En el siglo XVI llegaron los españoles, a la región la llamaron Nueva Extremadura y posteriormente Coahuila, y es que los indígenas que la habitaban se llamaban Coahuilas, los colonizadores los llamaron Coahuiltecos.
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Pero voy a adelantarme porque a donde quiero llegar es al siglo XIX, cuando nació el estado de Coahuila Texas, cuyo bicentenario estamos conmemorando. Pasaron muchas lunas. Ambos territorios estaban comprendidos en las Provincias Internas de Oriente. Y tenían en común no solo la vecindad, sino los problemas. Por un lado, los ataques de las tribus de indígenas no pacificados, y las normas económicas borbónicas que impedían el desarrollo de la región, situación que don Miguel Ramos Arizpe ya había hecho patente en su célebre Memorial de Cádiz, a lo que se sumaba la amenaza permanente de los estadounidenses de hacerse de ese territorio que colindaba con sus recién adquiridas tierras de la Florida, otrora francesa, y el rumor –ni tan rumor porque fue verdad, gracias al infeliz cobarde de Santana– de la venta de Texas por parte del gobierno mexicano al norteamericano. Coahuila, en aquel entonces, tenía más población que Tejas – va con j, ya luego cambió a la x - , un comercio mejor desarrollado, y esto contribuía a que su economía fuera más fuerte que la de sus vecinos. Texas, tenía poca población, avanzaban los asentamientos de origen sajón, pero carecían de vías de comunicación, a más de poco desarrollada su actividad comercial, circunstancias por las que la federación no los podía considerar como un estado más. Y entonces determinó formar una sola entidad federativa, Coahuila-Texas, dos estados en uno. Hay que destacar que el hecho de que Coahuila tuviera más población y una situación económica mejor que la de Texas, no le otorgaba preponderancia, tan es así que se conservó la denominación de ambos previendo una posible separación. De ahí que el Congreso Constituyente, en su sesión del 11 de enero de 1825, autorizó al gobernador del estado, y lo transcribo textual del acta suscrita, lo siguiente: “ ...para que nombre en Tejas un Gefe de Departamento que con el carácter, obligaciones y facultades que antes tenían los Gefes Políticos y que no se oponga a la independencia nacional ni al sistema de gobierno adoptado, desempeñe en aquel distrito funciones económicas, políticas y gubernativas que aquellos ejercían”. Una semana después se hizo el nombramiento en la persona de José Antonio Saucedo.
El Estado Libre y Soberano de Coahuila Texas tuvo su Constitución, me permito compartirle tal cual el preámbulo y lo que establecían tres de sus artículos:
“En el nombre de Dios omnipotente, autor y supremo legislador del universo. El congreso constituyente del estado de Coahuila y Tejas deseando cumplir con la voluntad de los pueblos sus comitentes, y con el fin de llenar debidamente el grande y magnífico objeto de promover la gloria y prosperidad del mismo estado, decreta para su administración y gobierno la Constitución que sigue: Art. 1. El estado de Coahuila y Tejas es la reunión de todos los coahuiltejanos. Art. 2. Es libre e independiente de los demás estados unidos mexicanos, y de cualquiera otra potencia ó dominación estrangera.” Y en su artículo 17 se consignaba expresamente quienes eran coahuiltejanos: “Primero—Todos los hombres nacidos y avecindados en el territorio del estado, y los hijos de estos. Segundo—Todos los que habiendo nacido en cualquiera otro lugar del territorio de la federación fijen su domicilio en el estado. Tercero—Los estrangeros que en la actualidad ecsisten establecidos legítimamente en el estado, sean de la nacion que fueren. Cuarto—Los estrangeros que obtengan del congreso carta de naturaleza, ó tengan vecindad en el estado ganada segun la ley, que se dará luego que el congreso de la Union dicte la regla general de naturalizacion, que debe establecer conforme á la XXVI de las facultades que le señala la Constitucion federal.” Subrayo, es textual. El 7 de noviembre de 1835 se acabó la unión. Pero no Coahuila.
El jueves de esta semana que termina se develó en el recinto del Poder Legislativo en letras doradas en uno de sus muros, la leyenda: “Coahuila, 200 años de grandeza”. Y vaya que la hay. La Historia de nuestra entidad federativa está escrita con los hechos de hombres y mujeres de diferentes épocas que han contribuido a que esta tierra sea lo que es, una alma grande, con brazos que abarcan cada espacio que la configura en su geografía hecha de sierras altas y cumbres, de llanuras, de desierto, de caminos recorridos por pies desnudos, por huaraches de cuero, por botas de conquistador, por sandalias de monje, por botines de curro, por zapatos, por zapatillas...hoy por tenis y por lo que se inventará la moda del presente. Y ahí están los cascos de las viejas haciendas, las capillas, testimonio de su ayer. Y sus héroes, su gente de a pie y sus tradiciones, su cocina, su ate de membrillo, su pan de pulque, sus tortillas de harina, y cuanto usted quiera sumarle. No permitamos que esta riqueza se pierda en el olvido, tenemos el deber de transmitirla a nuestros descendientes. Constituye cuanto somos y lo que somos y está el presente que hay que empujar con lo mejor de nosotros mismos ¡QUE VIVA COAHUILA! ¡MUCHAS FELICIDADES!