Los colibrís son aves con picahielo
Madre compró un bebedero para colibrís. Padre lo colgó en la rama de un árbol. Esta última semana he estado leyendo en el patio. El bebedero está en mi campo de visión, por tanto, he podido detectar la actividad desarrollada en torno a él. En un principio llegaban, metían el pico por las flores de plástico y seguían su camino. Luego noté que uno de ellos deambulaba cerca y, cuando se aproximaba otro más, lo embestía. Se había adueñado de esa flor que le ofrecía alimento infinito, de ese néctar artificial.
Yo: Madre, hay un problema.
Madre: ¿Problema?
-Sí: un colibrí se ha vuelto territorial.
- ¿Por qué lo dices?
- Porque no permite que otros se acerquen. Se pelean. En una ocasión tuve que separarlos.
- ¿En serio?
- Sí: se trenzaron en el aire, fueron descendiendo hasta el suelo y ahí se picaron el uno al otro. Hacían un sonido extraño. Me acerqué tanto que pude haberlos capturado, y ni siquiera así les dio por huir. Ese colibrí parece pandillero, defiende su “plaza” con la vida. Cuánto coraje en su pequeño corazón para que no le importara más que expulsar a las otras aves. ¿Crees que debemos quitarlo?
- No me digas que ya te cayó mal el colibrí.
-Sí: no quiero que se premien conductas abusivas.
-Astor...
- Además de eso, me pongo a pensar si estamos creando un conflicto en ese frágil ecosistema.
- ¿Entre las aves?
- Ajá, el pandillero debería polinizar las flores, no estar de guardia en el bebedero. Entiendo que estamos en el desierto y no hay mucho de donde elegir, pero que le busque.
- Haz lo que quieras, querido.
- Pues yo no quiero pleitos en esta casa.
- ...
Decidí dejar el bebedero por dos razones: llegará el día en que el colibrí se canse de ese néctar artificial y se vaya. La otra razón es porque Padre lo reforzó con alambres y tendría que sacar la caja de herramientas y no, para qué le muevo, esas labores patriarcales no son para mí.