Los de antes, los 30,113,483 y las langostas
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Ineptos, idiotas, ignorantes los que no entienden, patéticos, resentidos, nacos, chafas, adictos al Kool-Aid, acomplejados, entre otros floridos adjetivos, se escuchan con frecuencia para describir a quienes nos atrevimos a votar por AMLO en 2018 en redes sociales y en grupos de amigos, familiares y conocidos. Hay referencias a “gente educada que inexplicablemente votó por AMLO”, o a que se cambien las reglas electorales para que “sólo voten quienes tienen prepa terminada”, o de que es necesario que “los que votaron por AMLO se convenzan de su error”. Sin importar la profundidad del foro o del grupo en el que se hacen los comentarios, pareciera que muy pocos están interesados en ir más allá de un milímetro de profundidad para entender cómo llegamos a donde estamos hoy como país, cómo o por qué es que el presidente López Obrador fue capaz de ganar abrumadoramente las elecciones con más del 53 por ciento de los votos, esos más de 30 millones de ciudadanos que mencionamos en el título de esta columna, si sus contrincantes habían tenido el poder los sexenios anteriores e incluso uno de ellos había sido funcionario de alto nivel con los dos anteriores presidentes de distintos partidos. Ya hemos comentado hasta el cansancio que nos hemos convertido en una sociedad adicta al meme y a la respuesta sagaz de botepronto. No damos para más que un tuit o un mensaje de Whatsapp que refleja lo que sentimos, pero que rara vez dejamos espacio para el análisis de nuestras ideas o percepciones sobre lo que nos mueve y especialmente sobre lo que mueve a otros. De esta forma es muy difícil hacer una evaluación seria y medianamente sensata de lo que ha pasado en México que derivó en que un candidato con la limitada preparación y visión de futuro de AMLO haya sido tan favorecido en una elección. También es difícil armar un diagnóstico que nos permita cambiar al País más allá de cambiar el juego de las sillas musicales que ha convertido al Gobierno (en todos sus niveles) en un botín para quienes llegan, sin importar con qué colores, ya que muchos son camaleones a conveniencia.
A más de tres años de la elección presidencial, hay encuestas que, a pesar de los paupérrimos resultados obtenidos por su Gobierno, muestran una relativa alta popularidad del Presidente. Estoy seguro de que somos muchos de esos 30.1 millones que le otorgamos el voto que cada día estamos más desilusionados y hasta cierto punto hartos de las formas, de los modos, de su incapacidad por aceptar que no vamos bien. El problema es que no parece haber otro barco al cuál saltar. Quienes se autodenominan “oposición” (entre comillas porque no se ve poco real) no parecen poder capitalizar una propuesta razonable para posicionarse como alternativa viable ante lo que muchos de ellos llaman “el peor presidente de la historia” y de un partido en el poder que se comporta como una plaga de langostas (no de las de mar, sino de las que parecen chapulines) que arrasa y destruye todo lo que se topa. Su mayor señal de reacción es la capirotada de partidos, la famosa alianza que, para quienes empezamos a votar a fines de los años ochenta, se percibe como un Frankenstein radioactivo, ya que a muchos de quienes hoy estamos decepcionados de los resultados de AMLO nos es prácticamente imposible abrirle los brazos al PRI, menos a ese “nuevo PRI” que vendía Peña Nieto. El PAN, que fue la opción seria de oposición por tantos años para muchos de nosotros, parece estar completando, como buen camaleón, su mimetización para ser la versión light del PRI de antes.
Una lástima porque hay todavía personas con trayectoria y con el cerebro y el corazón en el mismo lugar en que los tenían Gómez Morín o Maquío, que han sido arrollados por los nuevos cuadros de los Markos, los Calderones
y los Anayas.
Por ahora, pidamos a quienes pudieran ser oposición que reflexionen sobre qué provocó que hubiera más de 30 millones de personas, de todos estratos sociales y rincones del País, dispuestas a darle su voto de confianza a AMLO y si hay forma de capitalizar el hartazgo de muchos de ellos. Una pista: AMLO no era como los de antes. Y la verdad es que los de antes hoy siguen siendo como eran. Su plan es solamente regresar al pasado, cosa que para algunos pudiera ser suficiente, pero difícilmente es una plataforma ganadora, por más que seamos muchos quienes estamos hartos de la 4T y de su plaga de langostas. Urgen propuestas e ideas y no la sola promesa de un cambio de 360 grados (nos deja donde empezamos, pero mareados) respecto a donde estábamos cuando el PRI y el PAN hicieron lo que hicieron −y no hicieron lo que no hicieron− para abrirle las puertas a AMLO y su 4T. Se equivocan quienes siendo “oposición” invitan a no votar en la consulta de revocación de mandato, especialmente si dicen que este es el peor gobierno y Presidente de la historia. Así no recuperarán el poder ni en 2024 ni en un par de décadas.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com