Los mismos y los hijos de los mismos
COMPARTIR
Según el World Inequality Report 2022, México es uno de los países más desiguales del mundo. Para que se dé una idea, el 20 por ciento de la población posee el 80 por ciento de la riqueza del País. El 76.5 por ciento de nuestros connacionales vive en situación de pobreza y vulnerabilidad. Un dato que explicaría mejor tal afirmación podría ser que, cuando se habla de ingresos, el 10 por ciento de quienes tienen un empleo gana 30 veces más de lo que percibe el 50 por ciento que menos gana.
La pobreza y la desigualdad, por supuesto, son un obstáculo para que en nuestro País haya justicia y desarrollo. Pero el tema no está ahí, la pobreza y la desigualdad tienen causas. Por supuesto, las causas son multifactoriales, dicen algunos, y tienen razón. Michael Walzer en “Las Esferas de la Justicia” afirma que cuando una esfera invade otra aparece la injusticia. ¿Le dice algo que cuando quienes tienen el poder económico invaden la esfera de lo político, inmediatamente complican el escenario de lo público?
Otro elemento importante, a considerar, son los programas sociales que tienen como base el asistencialismo; que es sólo el primer escalón en la cadena del progreso, pero de ahí no hemos pasado. Los placebos sociales sólo remedian temas temporales, pero no vuelven a las personas autosustentables.
Pero la variable más importante en el tema de la desigualdad en nuestro País es, sin lugar a duda, que siempre han liderado los mismos, los amigos de los mismos, los parientes de los mismos y los hijos de los mismos. Esto se extiende al ámbito económico, deportivo, en las letras, en la televisión, en el mundo del espectáculo y no se diga en lo político: los mismos y los hijos de los mismos. El 80 por ciento de quienes pueden o quieren participar en las distintas áreas y tratan de equilibrar la balanza social, no pueden porque de entrada hay quienes tienen más ventajas.
No me diga que no. Las ventajas del “hijo de”... el político, el empresario, el deportista, la persona que trabaja en medios, el artista, el maestro o simplemente del amigo del vecino del compadre de quien está a la punta, marca una considerable diferencia que sigue manteniendo el perverso 20/80. Lo peor es que hay conciencia de ello.
Así, quienes tienen el poder político, económico o social, no están dispuestos a compartir el statu quo y no permiten la entrada de quien no tenga las cualidades y atributos propios del grupo.
Pareciera que así está bien y consuela la tan trillada frase de “los pobres son pobres porque quieren”, que es una reverenda falacia. Los pobres no son pobres porque quieren, no hay una persona en condiciones de pobreza o en su sano juicio que esté feliz de ser pobre y que consciente e intencionalmente diga por las mañanas: “Gracias, Señor, porque me hiciste pobre o porque no tengo qué comer y compartir con mis hijos”, a menos que tenga la virtud del pobre de León Tolstói. La falta de oportunidades, aunque una y otra vez nos lo digan quienes poseen la hegemonía política, económica o social, no existe.
Nadie desde el vientre materno eligió nacer de la familia o en la ciudad en la que nació y, por cierto, muchos han hecho muy poco para ser quienes son y para estar donde están. A eso se denomina lotería social y tiene que ver todo con el código postal, que luego también se vuelve político y económico.
La lotería social y el código postal han sido factor de desigualdad. Las oportunidades se dan a cuentagotas y quienes han sido objeto de ellas y han pasado al 20 por ciento, olvidan replicar aquello de lo que fueron objeto o simplemente se van del País. La obligación era crear más oportunidades, educar en capacidades. Es difícil que alguien rompa el círculo vicioso. Los cotos de poder siempre estarán por encima del bien público. Los clubes de complicidades mutuas, haciendo y protegiendo acuerdos, siempre empañarán la intención de que México cambie.
El caso de quienes hacen política es muy ilustrativo: hay políticos que tienen más de 50 años de un puesto a otro y el País sigue igual. No le parece de ripley, se los va a encontrar en todos los partidos. ¿Qué no les dice nada que nuestro País siga hundido en la ignominia? Y eso, extendámoslo a todas las dimensiones o ámbitos de la vida.
En Nuevo León y Coahuila no se cantan mal las rancheras. Los mismos de siempre y, por supuesto, pareciera condena. Los mismos y los hijos de los mismos ¿Quiénes serán nuestros futuros líderes? ¿Quiénes estarán en el futuro inmediato en el servicio público, en el ámbito económico, en los medios, en el sector educativo, en el sector salud, en las universidades? ¿Los mismos de siempre? Por eso, difícilmente habrá cambios.
Requerimos que se abran oportunidades para todos y por supuesto de promover la meritocracia. Esa es la salida. Si realmente queremos ver cambios, requerimos comenzar por las estructuras de la sociedad.
Que estén en la punta quienes tienen la capacidad de estar porque si no seguiremos en las mismas.
Los que han estado, nos han demostrado que ni las campañas del cuidado de la imagen, ni la chequera que los tiene como figuras públicas atractivas, ni la publicidad engañosa desmienten el estatismo y la opacidad en la que pervivimos.
De los mismos y los hijos de los mismos, conocemos su pasado, su presente y no es muy complicado hacer un ejercicio de probabilidad para saber qué va a pasar con ellos en el futuro; le anticipo que nada. Amartya Sen decía que la justicia tiene que ver con las capacidades que una persona posee y eso se da a partir de crear oportunidades para todas y para todos. El problema es que los mismos y los hijos de los mismos no tienen llenadera ni intenciones de que la realidad cambie. Así las cosas.
fjesusb@tec.mx