Los pueblos originarios

A más de quinientos años en que europeos conquistaron tierras que hoy son mexicanas; la resistencia indígena prevalece. Aunque hay quienes no consideran que existan porque defienden el paradigma de que todos los mexicanos somos mestizos, concretamente: no hay pueblos originarios sin mestizaje. Pero esta visión es errónea.

De los 68 pueblos étnicos existentes integrados por indígenas, llamados así por nuestra propia Carta Magna, la mayoría de estos pueblos conservan su lengua, sus usos y costumbres, así como sus rasgos fenotípicos. Lo que ocurre es que no hay una plataforma en la se perciba unificación entre estos pueblos quizá por ello no han sido representados dignamente en el Congreso de la Unión, ni en puestos de elección popular locales y estatales.

TE PUEDE INTERESAR: La alegría de los niños: algo que no tiene precio

Es lamentable que, para cubrir la cuota indígena, haya mestizos que aprovechan su poder económico para presionar a verdaderas autoridades indígenas para extenderles constancias de que son parte de su pueblo y entonces encontramos pululando en México en puestos de elección popular a indígenas falsos; a mestizos que no conocen la lengua, ni las tradiciones fundamentales de los pueblos que dicen representar.

Ahora ante las inminentes elecciones del 2024 brotan indígenas apócrifos por doquier ya que las acciones afirmativas exigen a los partidos políticos que propongan un listado de indígenas para ocupar diputaciones federales y curules senatoriales. Esto provoca que cientos de mestizos se atavíen con vestimenta originaria e inventen raíces que no tienen, para intentar ser parte de esa cuota y ser cachirules en el sentido más humorístico, pero más triste. Hay algunos que se atreven a portar un bastón de mando y hasta medallas.

Es un momento en que se requiere de la unificación de los pueblos originarios desde ellos mismos, lo que no es tarea nada fácil, porque algunos se asumen como gobernadores nacionales mientras que sí existen verdaderos gobernadores tradicionales como la siriame (gobernadora) María Luisa Bustillos Gardea quien gobierna en Ciénega de Norogachi, Guachochi, Chihuahua. La disparidad que se encuentra en los gobiernos indígenas es lo que frena que posean una voz en común. No se trata de que hablen una sola lengua madre, pero sí una sola visión de futuro lo que evita que tengan una representación real. Los partidos políticos ofrecen solo migajas y siguen en su afán de manipular a los indígenas hay que cerrar el círculo desde las propias comunidades.

El territorio humano mexicano se está deteriorando por el narco y su mala influencia sobre algunos políticos que sigue cobrando vidas inocentes, los pueblos originarios están sometidos a su arbitrio, están secuestrados.El único hijo varón de doña María Luisa murió en diciembre pasado siendo joven y contando ya con una carrera de leyes, que cursó con muchos sacrificios de su familia. Él padeció diabetes provocada porque presenció una batalla entre dos grupos delincuenciales en la Sierra Tarahumara. Esa diabetes lo llevó a la muerte. En ese mismo espacio geográfico se realizaron elecciones para determinar quién sería el presidente del comisariado ejidal indígena; había dos candidatos rarámuris y uno mestizo que finalmente ganó porque llegaron a apoyarlos “los armados”. Los rarámuris mal llamados tarahumaras, son personas de paz y no acudieron a votar por el miedo que le tiene a las personas armadas de metralletas. En otras condiciones, un rarámuri hubiera sido elegido presidente del comisariado.

TE PUEDE INTERESAR: Los mayas viven

La unificación de los pueblos originarios es pertinente, pero sin la presencia de mercenarios y consultores que viven de ellos. Los indígenas tienen un peso específico en el resultado de las elecciones en 25 distritos federales. Lamento que sigan siendo a los ojos de los mestizos personas desechables que solo pueden ser útiles a la hora de votar. Es el hambre que padecen el que los orilla a ejercer su voto por los candidatos que los provean de dinero. No se vale negociar un voto para resolver el hambre inmediata.