Los vecinos insoportables: Esos expertos en joder la paz y el orden mundial

Opinión
/ 31 enero 2025

¿Qué hacer con estos malditos vecinos y sus quejas? Si estas quejas le irritan, tal vez es porque hay algo en su vida que le está irritando a usted

Ah, los vecinos. Esa especie de personas que aparecen como los villanos de una telenovela sin guion y sin talento, pero con una habilidad asombrosa para meterse en nuestras vidas de forma incontrolable. Esos que siempre están listos para alzar la voz, hacer una cara de indignación y tratar de arruinarnos el día con su interminable queja sobre cualquier pendejada. Y lo mejor de todo es que nunca están conformes con nada. No importa si el sol brilla o si el clima es perfecto; si no están molestando a alguien, entonces, ¿de qué sirve la vida para ellos?

En mi experiencia he podido identificar varios de estos tipos de seres. Uno de ellos siempre es el neurótico obsesionado por el ruido. Este vecino es el que vive convencido de que nuestras vidas son una conspiración para hacerle la vida más difícil. “¡Ay, otra vez estás roncando a las 2 de la mañana! ¡¿Qué no sabes que es hora de hacer yoga, no de tocar el tambor de tu alma?!”. Sí, claro, pendejo, porque el único ruido que merece ser escuchado es el de tu patético y eterno quejido. Este vecino es el mismo que te marca a las 9 de la noche porque el sonido del agua corriendo es “intolerable”, como si fueras un manantial de chismes y desdicha. Para él, hasta el susurro de la brisa nos convierte en el monstruo de Frankenstein de su vida.

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Pero ojo, que la queja de este vecino viene con todo un manual de quejas subidas de tono. Si escuchas música, te llama la atención. Si no la escuchas, te reclama que eres un amargado que vive como ermitaño. Si tienes una fiesta, le molesta. Si no la tienes, entonces te acusan de ser un “antisocial de mierda” que tiene la vida más aburrida que una tarde sin Internet.

¿Y qué hay del vecino que es “experto en todo”? Es como el Google de la vida, pero sin conexión a internet y sin sentido común. Nos da lecciones de cómo cuidar el jardín, cómo estacionar el coche, cómo vivir la vida... Aunque, evidentemente, su propio jardín parece más bien una jungla y su coche está estacionado sobre el camellón. Para él, no hay peor crimen que no seguir sus reglas no escritas, las cuales, curiosamente, nadie más conoce. ¡Ah, qué placer ser su vecino! Siempre nos da un consejo que nunca pedimos, como el tipo que te dice “Mira, deberías cortar el pan antes de ponerlo en el microondas, porque se hace más suave”. ¿Sabes qué? ¡Vete a la chingada con tu pan, pendejo! Pero claro, no se puede quedar callado, no, no. Él es el gurú del vecindario y nosotros solamente somos unos mortales que se atreven a respirar en su presencia.

Pero el que más me caga, el que más me molesta, es el vecino que te mira por encima del hombro, como si su vida fuera un manual de moralidad, y nosotros, un pecado ambulante. Está tan obsesionado con la justicia que ni la del lugar donde vive le basta. Este tipo tiene más principios que el Papa y nos los lanza a la cara cada vez que se cruza con nosotros. Si nuestro perro hace un ruido, él se te acerca a reclamar con la seriedad de un juez de la Corte Suprema, con un tono de voz tan grave que da miedo preguntar qué carajo le pasó. Pero, en la misma semana, lo ves robando el Wi-Fi de otro vecino, como si fuera lo más natural del mundo. ¡Qué cabrón! Este vecino es un experto en dar lecciones de ética mientras pone cara de mártir cuando la realidad es que lo único que sabe es cómo meterse en la vida de los demás.

LA REFLEXIÓN FINAL

Ahora bien, como ya sabemos, estos vecinos existen. Pero, ¿qué estamos haciendo con nuestras vidas? Porque muy probablemente también haya algo de ellos en nosotros mismos. No lo niegue estimado y queridísimo lector, aunque nunca se haya quejado por la cantidad de hojas en la vía pública, a veces puedes ser esa persona que busca lo negativo, esa que está en modo “¡Todo me molesta!”. Sin embargo, los vecinos no están ahí para hacernos ver lo malos que somos, ni para hacernos repensar cada maldito ruido. Están ahí porque, como todos, también tienen sus propias batallas internas y demonios personales.

Entonces, ¿qué hacer con estos malditos vecinos y sus quejas? Primero, aguantar, porque aunque a veces parezca que el universo está conspirando para hacer de su vida una novela de terror, la verdadera pregunta es: ¿Qué puedes aprender de todo esto? Si estas quejas le irritan, tal vez es porque hay algo en su vida que le está irritando a usted. Quizá su malestar con los demás refleja su falta de paz interna.

La verdadera lección aquí es entender que todos, desde los más molestos hasta los más santos, somos humanos con nuestros propios cagaderos. Aceptar nuestras imperfecciones y aprender a no tomarnos tan en serio podría ser el verdadero regalo que este año nos tiene preparado. Porque al final, la mejor forma de convivir con un vecino insoportable es no ser uno de ellos. Y eso, estimado y queridísimo lector, sólo lo puede lograr mirando hacia adentro.

Así que, en lugar de criticar, mejore usted mismo. No somos perfectos, ni tampoco nuestros vecinos. Pero si dejamos de joder, tal vez, sólo tal vez, podamos ayudar a calmar el caos que hay en el mundo. O, si no, mínimo, nos vamos a ahorrar unos buenos enojos y vamos a aprender a vivir con más paz... aunque sea por unas semanas. Pero al fin y al cabo, esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿Qué opina?

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