María Teresa León y su poética de la memoria recobrada
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“Todo son palabras y colores dentro de mí que ya no sé muy bien qué representan. Me asusta pensar que invento y no fue así, y lo que descubro, el día de mi muerte lo veré de otro modo, justo en el instante de desvanecerme”. Así empieza María Teresa León su libro “Memoria de la melancolía”. Un título hermoso que me sedujo al instante. Recuerdo que llegué a su obra por la luminosidad de esa frase. Compré de inmediato el tomo desgastado de Bruguera y descubrí a una escritora que me marcó para siempre. Tantas cosas podían caber en esas palabras: memoria y melancolía. Juntas parecían tan naturales, pero muy lejos de ser lugar común. Imaginé que se trataba de una poeta. Y, en efecto, aunque casi todos sus libros pertenecen a la narrativa o a la dramaturgia, ella es en esencia una poeta, como Virginia Woolf en sus novelas o Juan Rulfo con ese poema-novela que es “Pedro Páramo”. “Memoria de la melancolía” era, pues, un poema de la vida: una autobiografía en el exilio luego de la guerra civil española.
En la primera página, a manera de advertencia, apunta: “Puede que esté inventando o que pinte sin saberlo y con ansia un muro, como hacen los niños de las calles de Roma, donde dejan manos sueltas o bocas o caras espantadas o mensajes de amor entre estrellas. Lo cierto es que todo lo que estoy escribiendo no tiene ni deseo de perfección ni de verdad. Lo que yo vi es el jardín cerrado de lo que yo sentí. A veces me da vergüenza no decir nada mejor o más, no gritar con rabia porque la ira se me quita como si de pronto la lluvia me lavase los recuerdos o alguien me dijera: ¿Para qué la venganza?”. Esta ‘memoria’ se publicó en 1970, unos años antes de que la escritora enfermara de Alzheimer. Tuvo una agonía larga. José Luis Ferris, biógrafo, expone que algunos amigos cercanos a ella aseguraban que, pese a su mal estado de salud, estuvo consciente de lo que pasaba. Se dio cuenta del abandono de su pareja, Rafael Alberti, el gran poeta de la generación del 27, quien inició una relación amorosa con otra persona mientras su aún esposa se perdía a sí misma.
Sorprende la transparencia y la belleza de María Teresa León al contarnos quién es. Provenía de una familia de mujeres transgresoras. Desde muy joven sus ideas progresistas resultaron escandalosas. Ella narra sus peripecias con la pluma al defender “causas perdidas”, como otros acusaban. Fue periodista, dramaturga, cuentista, novelista y luchadora social. Poseedora de una de las voces más espectaculares de la literatura española de su siglo. En “Memoria de la Melancolía” relata sus viajes al extranjero, sus encuentros con personajes como Máximo Gorki, Pablo Neruda y muchos artistas más. Cuenta su historia con Alberti, con el exilio y la guerra. Y también nos da una lección sobre escritura poética.
María Teresa León dedica una biografía novelada a doña Jimena Díaz de Vivar, “Gran señora de todos los deberes”, le llama. Quizá sea un espejo en dónde mirarse. La esposa del Cid Campeador es otra Penélope que debe aguardar las hazañas del marido. En sus memorias la autora dice sobre Alberti: “Ahora soy yo la cola del cometa. Él va delante. Rafael no ha perdido nunca su luz”. María Teresa se ve, como Jimena, en un segundo lugar. Pero se sabe luminosa, a pesar de todo. La biografía que hace de la señora del Cid es espectacular. Su lenguaje, altamente lírico y cuidado, recrea el aire medieval del Cantar original y nos conduce a la intimidad de Jimena.
“Memoria de la melancolía” es la memoria del dolor. Resulta una ironía que María Teresa León muriera, precisamente, por perder su memoria, la real, la que le dictó sus vivencias al papel. Ferris comparte una frase de la escritora antes de apagarse en el olvido: “Yo no quedaré, pero cuando yo no recuerde, recordad vosotros las veces que me levanté de la silla, el café que os hice, la indulgencia que tuve al veros devorar mi trabajo sin decirme nada, recordad nuestra pequeña alegría común, nuestra risa y las lágrimas que dolían o quemaban cuando nos sentíamos desamparados y solos”.
“Escribir es mi enfermedad incurable”.- María Teresa León