Más allá de la escena, el autocuidado
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Alguna vez Eugenio Barba escribió “es necesario transformarse en grandes profesionales, pero no necesariamente vender el alma a la profesión”. No sé exactamente qué lo motivó a realizar esta afirmación, sin embargo, me parece una observación atinada cuando hablamos de la necesidad del autocuidado en los artistas, especialmente, los que utilizan su cuerpo para la creación.
Existe, en mi experiencia, un momento clave en la vida de muchos artistas, en el que estos se dan cuenta de que la dedicación en cuerpo y alma a su arte, no necesariamente significa total realización personal y que no necesariamente un buen resultado artístico viene de la mano de un bienestar físico y emocional. El teatro por lo menos, puede ser increíblemente benéfico para los ejecutantes, pero al mismo tiempo puede ser brutalmente celoso y exigente.
La realidad es que esa exigencia que le achacamos al teatro – que, por cierto, no es un ente con mente y voluntad propias – es la exigencia propia y de los otros, maestros y colegas, que, en ocasiones, y por apostar al mejor resultado posible, acaba negándonos los hábitos básicos de cuidado y consideración hacia nosotros mismos. Parece absurdo que un artista hecho y derecho tenga problemas para comer y dormir a sus horas, aceptar sus propios límites físicos y emocionales o simplemente perdonarse los errores. Con todo, es bastante común, porque en algún momento de nuestro proceso formativo acabamos priorizando la idea del artista que se entrega en totalidad y a pesar de todo.
Si hiciera una revisión de los profesores que tuvieron un papel fundamental en mi preparación y me preguntara a cuántos de ellos relaciono con una pedagogía que no sólo nombra el autocuidado, sino que lo prioriza en la práctica, creo que apenas uno o dos nombres me vendrían a la cabeza. Saber que es necesario cuidarse es una cosa, realmente saber cuándo parar es otra. Y es que el miedo a ser percibido como poco profesional es muy fuerte.
Cuadros de anemia, lesiones, procesos en los que francamente puse en riesgo mi salud emocional, muchas cosas pasaron antes de que finalmente llegara ese día en el que, como actriz, entendí que necesitaba de vínculos afectivos más allá del teatro que me llenaran como persona. Parar de poner al teatro en primer lugar se sintió como una ruptura, como defraudar a un amigo de toda la vida, pero luego los resultados comenzaron a ser mejores, porque yo estaba en una mejor condición física y emocional. También hay que saber decirle no al teatro, y eso no nos hace menos artistas.
Un tiempo más tuvo que pasar para que, ahora como directora, me tocara verme a mí misma – vaya ironía – repitiendo patrones que sé que pueden llevar a un actor a exigirse demasiado. Hoy en día trato de evitar ese tipo de sistema, pero es difícil liderar un proyecto y darse cuenta de lo que pasa por las cabezas de todos los ejecutantes. Es frustrante repetir hasta el cansancio la importancia de conocerse y cuidarse, pero saber que el monstruo de la auto-exigencia es, para muchos, más fuerte. Y es que al final, nadie puede cuidar de nosotros si no nos cuidamos a nosotros mismos. Así que una vez más vale recordar: de nada vale destrozarse el cuerpo y la mente en un proyecto si al final eres incapaz de seguir trabajando en otros.
El teatro necesita creadores sanos. Para eso hay que empezar por uno mismo, pero considero que aquellos que tenemos poder en procesos de selección, tendríamos que recordar que no sólo necesitamos talento y trabajo, sino salud mental, salud física y autoconocimiento. Pocas veces se toma eso en cuenta, y más veces de las que quisiéramos ese descuido nos cobra factura.
El artista necesita experiencias más allá de su arte para lograr ser verdaderamente creativo. El simplemente vivir y tener nuevas experiencias fuera del ámbito teatral son también maneras de fortalecer el quehacer en el escenario. De la misma manera, el mantenerse en condiciones óptimas equivale a ser responsables con nuestro trabajo. El cuidado personal no es sinónimo de egoísmo y mucho menos de poco profesionalismo. Por favor, no olvidemos eso.