En algún tiempo lejano la tierra estuvo en caos y, según la biblia, la mano de Dios trajo el equilibrio. Siglos después, el hombre se ha enfrascado en una lucha en contra de la naturaleza y de nuestra gran casa, hasta llevarla al escenario de un cambio climático evidente que repercute en el presente y seguirá cobrando factura en el futuro.
En el siglo 19, un clérigo inglés llamado Robert Malthus publicó un ensayo sobre la población, en el que por primera vez se analiza el crecimiento poblacional refiriendo que esta crece en forma geométrica y los alimentos se producen en forma aritmética, por lo que llegado un tiempo sin obstáculos (guerras, epidemias, matanzas) los alimentos serían escasos.
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Cruda realidad para finales de su siglo y mediados del 20 fueron precisamente los obstáculos a los que se refería Malthus; sucediendo verdaderas tragedias que provocaron millones de muertos en la población mundial, creándose así, digamos, un equilibrio de nueva cuenta a partir de los años 50 del pasado siglo, por lo que respecta a esta teoría.
La epidemia de influenza a nivel global, las dos guerras mundiales, las purgas de Stalin, Mao y los tiranos africanos, la hambruna en África y la India, sumaron millones de decesos para la estadística de Malthus.
Corre el siglo 21 sin grandes tragedias hasta la generada por la pandemia del COVID-19 que, para muchos analistas, está cubierta por el velo de que fue inducida a fin de crear un equilibrio mundial y por ende fortalecer la purificación del planeta.
Estudios basan esta teoría en que después de la pandemia fue benéfico para el desarrollo de las especies marítimas, el saneamiento de las aguas marinas, el aforo de las aguas subterráneas, el aire y sobre todo el detenimiento en la degradación del clima, aunque solamente fuera por entre 3 a 6 meses en la actividad laboral, pero en la referente al turismo hasta un año.
Hablar de 15 millones de muertes a nivel mundial por esta epidemia nos lleva a la comparación con los 40 millones provocados por la gripa española entre 1918 a 1920, pero aún estamos iniciando este siglo y los peligros siguen latentes ante nuevas cepas, por un lado, y por amenazas más letales por el uso de arsenal nuclear, la quema de combustibles para generar energía, la perdida de hectáreas arbóreas, el crecimiento exponencial de regiones que no tienen infraestructura adecuada y en las que se sobreexplotan los recursos, la perdida de fuerza productiva en los campos y la apatía en el establecimiento de políticas para el cuidado del medio ambiente o, mejor dicho, del completo ambiente, como vi referido en una barda de la colonia.
Otra clave de Malthus refiere: “La sociedad no puede crecer más lo que permitan sus capacidades financieras. Esto significa que los medios de subsistencia son indispensables para el crecimiento de la población, y mientras no tenga recursos para la alimentación no podrán expandirse”. ¿Recuerdan ustedes en los años setenta las campañas enfocadas a la planeación familiar? Pues bueno, en el fondo parecerían estar inspiradas en este religioso travieso.
La tendencia que inició en los países europeos a finales de siglo 20, en el sentido de que cada día un mayor número de parejas deciden no tener hijos, viajó rápidamente en los confines de la humanidad y hoy parecería ser una doctrina.
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Por otra parte, el establecimiento de matrimonios del mismo sexo que hace imposible la procreación podría ser un síntoma de ese detenimiento de la geometría del crecimiento poblacional, pero definitivamente no una solución.
La legislación mundial está nutrida de protocolos y tratados que se enfocan en la obligatoriedad del cuidado al medio ambiente a saber: 1) Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestres (CITES), 2) Protocolo de Kioto, 3) Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD), 4) Protocolo de Montreal, 5) Convención del Patrimonio Mundial y 6) Acuerdo de París, pero para las naciones más poderosas del planeta son letra muerta.
La paradoja en el sentido de que el hombre es el lobo del hombre se mezcla con el referente de que tal vez el hombre es la peor peste del planeta, y pensar que la clave estaba en Malthus. Cuidemos al medio ambiente, es tan sencillo y satisfactorio.