México: ¿Dónde está el centro?
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Durante estos últimos tres años, un huracán llamado 4T –categoría 2 con vientos de 175 kilómetros por hora– ha desmantelado instituciones y lacerado nuestra incipiente democracia.
Las lluvias torrenciales desnudaron las contradicciones de un país desigual, racista y clasista. Las inundaciones ahogaron de estereotipos a los integrantes de las clases medias y altas. Las marejadas empoderaron a las mayorías –marginadas– para hacerles creer en su derecho a la esperanza.
Mientras eso ocurría, México era partido a machetazos en dos. En una parte está el país partido y arropado por vientos, lluvias y olas huracanadas; y en la otra, está el de las clases medias y altas, responsables históricos –AMLO dixit– de la desigualdad, el racismo y el clasismo. Actores fifís, aspiracionistas, egoístas, codiciosos, inescrupulosos “y enfocados a progresar en lo material”. Y, además, blanco del resentimiento de las clases marginadas con sus rostros pintados de esperanza cuatroteista.
En ese México partido en dos polos, cada parte aviva por igual las llamas del odio y la rabia desde sus vísceras, para ocultar su miedo o pavor; unos, ante la posibilidad que los neoliberales impidan la 4T y los otros, ante la probabilidad que los morenistas instauren “el comunismo” en México.
Para ilustrar esa polarización: AMLO establece una alianza con los países neopopulistas de izquierda de América Latina –Argentina, Bolivia, Nicaragua, Perú y Venezuela– y, como respuesta, una fracción del PAN protofascista amarra una alianza con un partido español de ultraderecha llamado Vox.
De ahí la pregunta: ¿Dónde está el centro político para construir puentes entre ambos polos? ¿Cómo lo imaginaríamos? ¿Cuáles serían sus argumentos medulares para abonar ese diálogo entre ambas partes? ¿Cómo diseñar, desde ese centro político, una esperanza capaz de incluir al País como un todo, más allá de esa polarización rabiosa pero colmada de miedo?
Ese centro político nunca ha existido en México, porque siempre vivimos de ilusiones que ocultaban o maquillaban la realidad de nuestras contradicciones; las cuales, han sido desnudadas –sin misericordia– por el huracán de la 4T para utilizarlas y mantenerse en poder.
Este desnudamiento podría ser terapéutico. Porque no puede construirse un centro político e ignorar nuestras contradicciones estructurales. Hoy que las conocemos, tenemos como país y como mexicanos esa responsabilidad ante la historia, so pena que esos polos antagónicos terminen por destazar nuestra alma hasta el final.
Por ello, la pregunta central es una: ¿Qué actor u actores políticos –como personajes o partidos políticos– tienen en este momento la capacidad de imaginar y construir ese centro político, más allá de autoinmolarse –con sus vísceras y sus miedos– en las llamas de la polarización? Pensemos la respuesta por un momento.
¿Preocupante cierto?