Migrantes haitianos: una crisis humanitaria mal atendida
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Frente a la crisis que se ha hecho evidente en la frontera entre Ciudad Acuña, en Coahuila, y Del Rio, en Texas, lo que cabe, sobre todo, es formular preguntas cuyas respuestas, además de explicar el génesis del fenómeno, impedirían que el episodio actual se agudice y que se produzcan réplicas del mismo en el futuro.
Resulta obligado cuestionar, por ejemplo, el cómo llegaron hasta la frontera entre México y Estados Unidos las miles de personas
–sobre todo de origen haitiano– que hoy se apiñan debajo del puente internacional que une a las dos poblaciones referidas.
El cuestionamiento anterior incluye, desde luego, otras preguntas: ¿por dónde ingresaron a territorio mexicano? ¿Cuál o cuáles son las rutas que han seguido para llegar hasta la frontera y por qué han tenido éxito en su empresa? ¿Por qué “escogieron” Acuña y no cualquier otra población fronteriza mexicana?
Se argumentará para “explicar” la situación, que el actual Gobierno de la República “no reprime” a quienes han huido de su país en busca de mejores oportunidades y que por ello los migrantes han logrado atravesar el territorio nacional por miles.
El problema con ello es que la pretendida actitud “humanitaria” del Gobierno Federal mexicano lo único que está consiguiendo es provocar una crisis en la frontera cuyo costo le está siendo trasladado al eslabón más débil del sector público nacional: el municipio.
Porque cada persona cuyo periplo se interrumpe en la frontera requiere elementos mínimos para mantenerse en condición de espera hasta que le atienda un agente del servicio de inmigración estadounidense: alimentación, un lugar para dormir y servicios sanitarios. Eso, multiplicado por miles de personas y en medio de una pandemia como la que padecemos en estos momentos, constituye el caldo de cultivo perfecto para el desastre.
Ignorar estas necesidades mínimas, por otro lado, implica abrir la puerta para que se genere, además de la evidente crisis humanitaria, una crisis de seguridad pública pues, más tarde o más temprano, la situación puede salirse de control por desesperación.
Las escenas que hemos visto en los últimos días pues, dejan claro que el “humanitarismo” del Gobierno Federal mexicano puede ser más bien calificado de irresponsabilidad extrema, pues lejos de actuar para que el fenómeno migratorio se atienda en condiciones de dignidad para las personas, lo que se está haciendo es empujarlas hacia una situación insostenible.
Cabría esperar por ello no solamente acciones puntuales para atender la crisis que ya se instaló en la frontera coahuilense, sino el diseño y puesta en práctica de una estrategia que impida la reproducción de la situación actual.
Voltear la vista hacia otra parte, o creer que basta con cerrar la frontera y deportar masivamente a los migrantes llegados de Haití, es un error de apreciación que podemos terminar pagando muy caro.