Miguel Ángel Riquelme Solís, el hombre que no quiso ser embajador
Hay cierta dosis de ironía y mordacidad cuando la gente afirma que en la actualidad el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tiene más embajadores que gobernadores. Así es en efecto, y aunque resulte lastimosa la retrospectiva de los mejores tiempos idos y la pésima realidad actual que nos agobia con los priistas traidores que ahora militan en el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), donde Andrés Manuel López Obrador, como el César, ama la traición, pero siempre sentirá odio y repulsión por los traidores, por el simple hecho de que uno odia a todo aquel que de alguna u otra forma se nos parece.
Y los traidores que le dieron la espalda al PRI, partido que les dio todo en la vida, son el actual embajador en España, Quirino Ordaz Coppel, exgobernador de Sinaloa que le entregó el poder a Morena. La actual cónsul de México en Barcelona, Claudia Pavlovich, exgobernadora priista de Sonora y que le entregó el poder al expriista y ahora morenista Alfonso Durazo. Carlos Miguel Aysa, exgobernador de Campeche que le entregó el poder a la atorrante expriista Layda Sansores a cambio de la embajada en República Dominicana. Y su hijo diputado, del mismo nombre, lleva por sino fatal la traición paternal. Novo dixit.
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Y de eso mismo hoy acusan al priista de Atlacomulco, Alfredo del Mazo Maza, cuya familia entera y antepasados jurásicos todo le deben al PRI, porque nada hizo por su partido en el Estado de México, y muy pronto, bien merecido, será designado embajador plenipotenciario en la tierra de Judas, el artífice de la gran traición. Asimismo Alejandro Murat es otro priista que entregó Oaxaca a Morena, hijo de José Murat Casab, también exgobernador. Y conste que ambos todo se lo deben al PRI.
Y contra todo ese espíritu traicionero es que debemos reconocer en nuestro gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís ese espíritu contrario a la traición, el acto político real y concreto que es el más apreciado por su valor sublime: la lealtad.
Qué triste hubiera sido que Miguel Riquelme hubiera negociado a cambio de una embajada la entrega de Coahuila a Armando Guadiana Tijerina o, peor aún, a Ricardo Mejía Berdeja, ambos exmilitantes del PRI ahora de la 4T.
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El suscrito, neófito político, debe confesar que hace algunos años no creía en el político Miguel Riquelme. No era el único. Al buscar la semblanza de nuestro gobernador en el Diccionario Biográfico de Coahuila, edición de 1999, no se encontró dato alguno. Y es atenuante el saber que los políticos más avezados y sagaces, los autores del diccionario, tampoco veían futuro político al gobernador Riquelme.
Hoy vemos cómo se eleva el ideal de este hombre político, lagunero excepcional, del que muchos afirmaban que no dejaría el poder a un saltillense y del que muy poco esperaban desde su difícil ascenso al poder.
Coahuila es hoy, gracias al gobierno de Miguel Ángel Riquelme Solís, a los empresarios, a la sociedad civil y a las fuerzas de seguridad estatales y federales, uno de los estados más seguros y en paz para vivir. La salud de Coahuila es excepcional. Y los coahuilenses no se equivocaron al votar por Manolo Jiménez Salinas para gobernador. De haber llegado Morena al poder, los coahuilenses ya estaríamos condenados al cáncer, las llagas y las plagas que hoy azotan a gran parte de este país. ¡Gracias y enhorabuena!