Mirador 07/09/2023
San Virila salió de su convento. Iba al pueblo a pedir el pan para sus pobres.
En el camino lo alcanzó una pequeña multitud de hombres y mujeres. Le dijeron que un niño había caído al río. Asido a una roca aguantaba la embestida de las aguas, pero las fuerzas se le estaban acabando. Seguramente iba a perecer ahogado.
San Virila se apresuró. Buscó una lancha, remó esforzadamente y rescató al pequeño.
Los aldeanos le preguntaron, sorprendidos:
-¿Por qué hiciste eso? Te hemos visto realizar milagros prodigiosos. Habrías podido caminar sobre las aguas y traer en tus brazos al niño.
-Oh, no –se alarmó el frailecito–. Ese milagro, el de caminar sobre las aguas, lo tiene patentado Nuestro Señor Jesucristo.
¡Hasta mañana!...
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