Aquel gato negro era supersticioso.
Así, se preocupó bastante cuando un hombre se cruzó a su paso.
Jamás pasaba el gato por debajo de una escalera. Decía:
-No creo en la suerte. Lo que pasa es que eso me puede traer mala suerte.
Los gatos, ya se sabe, tienen nueve vidas. El que digo se enamoró de una gatita. Le dijo emocionado:
-¡Por ti daría mi vida!
Le preguntó ella:
-¿Cuántas veces?
La gatita no correspondió a su amor.
Se entristeció el gato negro. Dijo apesadumbrado:
-No soy supersticioso, pero quizá si ese hombre no se hubiera cruzado a mi paso habría tenido mejor suerte.
¡Pobre hombre!
Ningún gato negro lo quiere.
¡Hasta mañana!...