Mirador 31/10/2024
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Pocas personas he conocido con el talento y la calidad humana de Emilio Abugarade Jaar.
Pintor extraordinario, su amistad enriqueció mi vida. Era gentil, amable. Los muchos méritos que poseía jamás lo envanecieron. Su modestia rozaba los límites de la humildad.
En mi recámara tengo un cuadro suyo. Lo puse ahí para verlo cada día. Es un paisaje montañés en que aparece una choza campesina, y al fondo la alta sierra de La Viga a cuya cumbre llegué en la época de la juventud. Conservo ese bello óleo desde el tiempo feliz de mi noviazgo con la amada eterna. Está fechado en 1964, año en que ella me hizo el don de permitirme ir juntos por el camino del vivir. Fue ese cuadro el primero que pusimos en nuestra casa.
Emilio sufrió un quebranto de salud que le inmovilizó el lado derecho del cuerpo. Siguió pintando con la mano izquierda. Venció al infortunio. A más de su bondad nos dio ejemplo también de fortaleza.
Ya no está con nosotros, pero sigue con nosotros, pues el recuerdo dura más que la vida. Siempre recordaremos al artista, al amigo, al hombre bueno.
¡Hasta mañana!...