Muerte de un corrupto

Opinión
/ 21 agosto 2024

Puestos a elegir cómo recordar a Alain Delon me quedo con Muerte de un corrupto (Francia, 1977), del director francés Georges Lautner (1926-2013). La cinta está basada en la novela policiaca Mort d’un rotri, de Raf Vallet (pseudónimo de Jean Laborde), publicada en 1972 por Gallimard. A pesar de que la novela es bastante previsible, la cinta ofrece dos grandes aciertos: la actuación protagónica de Alain Delon (1935-2024) que le valió la nominación a un Cesar por mejor actor, y la música de Philippe Sarde (1948). Además, cuenta con las coactuaciones de Ornella Mutti y Klaus Kinsky, lo que no son enchiladas.

Cuando digo que la novela es previsible es porque va más o menos así: Dubaye (Maurice Ronet) pide a su amigo Maréchal (Alain Delon) que le ayude porque acaba de matar a un mafioso quien lo chantajeaba. Al día siguiente Dubayne aparece asesinado, y mafiosos y policía la toman contra Maréchal porque creen que él guarda los documentos motivos del chantaje que los compromete a todos. Fin.

Philippe Sarde es un prestigiado compositor de bandas para cine como El juez y el asesino (1976), de Bertrand Tavernier; La chica del tren (2009), de André Téchiné, o Llámame Elisabeth (2006) de Jean-Pierre Améris. Especialmente en el jazz, como es el caso de la música de Muerte de un corrupto, ha trabajado ni más ni menos que con Chet Baker (1929-1988) (No se pierdan su álbum de golosa seducción Chet Baker Sings, de 1954), con el pianista francés Maurice Vander (1929-2017), y con el intérprete de la banda sonora de Muerte de un corruto: Stan Getz.

El saxofonista estadounidense Stan Getz (1927-1991) fue hijo de familia humilde habitante del Bronx. Su gusto por la música se limitaba a la escucha de algunos conjuntos esquineros, y su práctica inició con el fagot, único instrumento que consiguió prestado en un barrio más afecto a la trompeta, el clarinete o el banjo. Quien llegaría a ser uno de los saxofonistas de jazz más influyentes del mundo —junto a Charlie Parker, John Coltrane, Lester Young, y Coleman Hawkins— literalmente fue “músico de oído” pues jamás pisó el conservatorio. Cuando Stan tenía 13 años su padre le regaló un sax, instrumento con el que se identificó plenamente. Durante cinco años, de los 15 a los 20 de edad, se mantuvo en permanente aprendizaje como músico de fila en mil bigbands, incluyendo la del rey Benny Goodman (1909-1986) (no se pierdan su concierto en el Carnegie Hall, de 1938. Está completito en YouTube). A los 20 años, en 1947, ingresó a la orquesta del trombonista Woody Herman, quien advirtió su talento, lo condujo con mano firme y un año después le dio el solo de la pieza Early Autumn. (1948). La explosión fue brutal. Literalmente todo el mundo se volvió a ver, asombrado, a ese jovencito capaz de producir tamaña expresividad sonora, lo que le valió el apodo de The Sound.

Me parece que dos hechos marcaron el estilo de Getz: sus giras a Europa con la Jazz At The Philharmonic, organizadas por el Norman Granz, oportunidad que Getz aprovechó para acercarse al jazzeo europeo; y el descubrimiento de la Bossa Nova. Dos álbumes son buenos ejemplos de lo anterior: Dear Old Stockholm (1959), y Getz Plays Jobim: The Girl from Ipanema (1963/1964) con el inmenso Antonio Carlos Jobim (1927-1994). Estos dos afluentes alimentaron a Getz para retratar el alma atormentada de Maréchal, el personaje interpretado por Alain Delon. Nota: no es lo mismo retratar en cine el alma atormentada de un jazzista, como lo hace Clint Eastwood en Bird (EUA, 1988), a retratar con jazz el alma atormentada de alguien a quien le han arrebatado un su amigo fraterno. El sax lastimero, casi lóbrego de Getz, acompañado por la Sinfónica de Londres, doma la tonalidad policiaca de la cinta, para transformarla en una historia introspectiva, espiritual. Si en el exterior vemos a un Maréchal cómplice de un asesinato, y por lo tanto delincuente, a través del sax de Getz nos adentramos en su alma culposa, invadida por las dudas existenciales, que invoca al Raskólnikov, protagonista de Crimen y castigo.

Dicen que el amor no se comprende hasta que se besa. Con Stan Getz ocurre lo mismo, así que aquí me callo invitando a escuchar la banda sonora de Muerte de un corrupto, para ver la película con los oídos.

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