Música, libros y tertulia
COMPARTIR
TEMAS
Gracias por leerme y atender estas letras. No pocos comentarios sigo recibiendo con motivo de las diversas sagas aquí deletreadas. Y es que como usted y yo lo hemos repasado, todas las ollas en este país están en constante ebullición y todo, todo es de inmediata atención, antes que nos condenen y nos quemen del todo.
Le platicaba en texto pasado de mi tertulia con el académico Martín Martínez Avalos. A quien por cierto y como a tanta gente, tenía meses sin verle. Fue una buena tardeada donde hablamos de todo y de nada. Como deben de ser las buenas tertulias de tarde o de noche. Ya sea con un café o con una copa de vino tinto en la mano. Y claro, algo de merienda.
Cien años antes de Cristo, el filósofo Ficino dijo: “El hombre se hace sabio sentado”. Esa tarde, su servidor y el académico de la Universidad Autónoma de Coahuila, nos entregamos a una vida sedentaria y seduciendo a la esquiva sabiduría desde una mesa del Bistró “Republique”. Vimos pasar la tarde y la vida desde sus amplias y lustrosas mesas con muebles y decoración minimalista. Y claro, ese olor inconfundible a café, buena cocina y buen ambiente musical debido a su excelente selección de música de jazz.
El jazz es veleidoso y sensual por naturaleza. En lo personal, ahora es lo que más escucho. Por eso mi recurrencia a sentarme y leer en las mesas del “Republique”. El jazz seduce, miente, engaña. El jazz es lujuria jamás contenida. El jazz es lascivo por vocación. Sus ritmos son adictivos. El jazz burla el cerco de la partitura de la música clásica, de la decencia y del decoro y se instala, rápido y sudoroso, en los terrenos del deseo.
En las mesas del “Republique” sostuvimos una memorable tertulia el maestro Martínez Avalos y quien esto escribe. Yo llegué temprano. Como media hora antes de la ceremonia acordada. Me apoltroné en sus mesas y disfruté la tarde, la música y una buena lectura de poesía de una poetisa, suicida ella, Alfonsina Storni. Había pedido un café. Sólo uno para hacer “panza” y luego disfrutar en la compañía del profesor una buena copa de tinto. Así lo hice. Ya no bebo café en las tardes. Años sin hacerlo. Pero uno no es ninguno. Recordé aquellos viejos versos que le dedica el abate Delille a la infusión arábiga: “Existe un licor que prefieren los poetas/ que faltó a Virgilio y que adoró Voltaire/ tú, divino café...”
Amén del café, otra musa de Voltaire fue un buen vino tinto. Cavilando estaba como Ficino, para hacerme un día sabio, cuando llegó el maestro Martínez Avalos pidiendo sonoras disculpas por sus quince minutos de retraso. En las bocinas del Bistró sonaba una buena melodía del compositor injustamente olvidado, Claude Bolling (nacido en Francia), “Suite para orquesta de cámara y jazz piano trío”. Una verdadera maravilla para deleitarse. Pero caray, todo lo de Bolling es para regodearse y deleitarse. Y claro, para viajar a lugares apenas imaginados.
Y le decía que justo, justo antes de la entrada del maestro en el restaurante, leía a Alfonsina Storni. En uno de sus poemas titulado “Un cementerio que mira al mar”, se lee: “Decid, oh muertos ¿quién os puso un día / así acostados junto al mar sonoro?/ ¿Comprendían quien fuera que los muertos/ se hastían ya del canto de las aves/...? Versos después repetirá la idea en otra metáfora: “Os estáis junto al mar que no se calla/ muy quietecitos con el muerto oído...”
Esquina-bajan
Creo usted lo ha notado rápidamente en estos bien dotados versos los cuales abren puertas ocultas: los muertos, muertos están e incluso, si llegan a estar medio vivos y escuchando, les molesta el “canto de las aves” y el rumor del mar que “no se calla”, jamás. Por eso la música y poesía son esenciales, nos abren puertas cerradas y nos acercan lejanías de ideas con su manto protector y amoroso. Por eso los vivos debemos disfrutar de la buena música de jazz; disfrutar a Claude Bolling, a Frank Sinatra, a Duke Ellington, Lena Horne... leer a la Storni, a Arthur Rimbaud, Paul Verlaine, Paul Valery... beber en compañía de nosotros mismos una copa de vino.
Y así, lentamente, como se hace la luz dentro del ojo, al revisar al azar un libro de poemas de Gonzalo Rojas a dos manos con el artista visual, Matta, di con el siguiente texto donde se anudan perfectamente ese matrimonio eterno: música y poesía. Pero también las ilustraciones de Matta forman un poderoso conjunto de belleza y perfección rítmica. El texto se llama “Acorde clásico” y forma parte del libro Duotto” editado por el FCE:
Nace de nadie el ritmo, lo echan desnudo y llorando
Como el mar, lo mecen las estrellas, se adelgaza
Para pasar por el latido precioso
De la sangre, fluye, fulgura
En el mármol de las muchachas...
Profesor Martínez Avalos, usted me preguntó en dicha tertulia qué es lo importante en mi vida y qué es lo que quiero hacer el resto de mis días (¿Pocos o muchos me quedan?): las anteriores líneas son la respuesta... Leer a Gonzalo Rojas, a Pierre Louys, a Primo Levi; escuchar a Ella Fitzgerald, a la divina Sara Vaughan. Tomar una copa de tinto y viajar...
Letras minúsculas
¿La política? Caray ¿a quién le importa hoy en día cuando existen ellos y ellas? Regresemos a lo básico, estimado profesor. Lo bueno y básico.