Nadie con la fuerza de una razón única: Carlos Fuentes
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¿Cuál era su finalidad? Disipar, con la luz del conocimiento y de la razón, las tinieblas de la ignorancia de la humanidad.
Tal era el propósito de los pensadores de la Ilustración; tal es el legado en la educación. Asistir cada mañana al mágico momento de entrar en contacto estudiantes y maestros, representa la posibilidad de abrirse un mundo de oportunidades. El universo que compone el conocimiento penetra de manera natural posibilitando un proceso que vendrá a formar parte de
un entramado social cargado de riquezas.
El estudiante que se abre al mundo; el maestro que facilita y procura, que al mismo tiempo recibe una oleada fresca que lo renueva en cada clase, en cada momento.
El privilegio de estar frente a un grupo, como maestro, alienta y estimula. Asistir a clase es un privilegio. Proporciona la grandiosa oportunidad de encontrarse con un mundo diverso y plural, tan lleno de miradas distintas. Otra sociedad, que son muchas sociedades, donde la posibilidad de encontrar disensiones favorece el propio entendimiento; donde estar en desacuerdo debe favorecer el debate razonado. Como bien lo decía el escritor mexicano Carlos Fuentes: “En la universidad, todos tenemos razón, pero nadie tiene razón a la fuerza y nadie tiene la fuerza de una razón única”.
Dentro de la educación, en la universidad, no solamente ocurre, sino que resulta indispensable que ocurra, la disensión. Los distintos puntos de vista permiten arrojar luz sobre los hechos y fenómenos sociales, y también sobre los hechos que le atañen a sí misma.
“Creo en la universidad. La universidad une, no separa. Conoce y reconoce, no ignora ni olvida. En ella se dan cita no sólo lo que ha sobrevivido, sino lo que está vivo o por nacer en la cultura. Pero para que la cultura viva, se requiere un espacio crítico donde se trate de entender al otro, no de derrotarlo –y mucho menos de exterminarlo–: universidad y totalitarismo son incompatibles”. Así lo concibió Carlos Fuentes en su libro “En Esto Creo”, publicado por Seix Barral en 2002.
En esos años, como ahora, siguen vigentes sus palabras. La universidad, como espacio crítico. Si hay cabida para el “no”, es para negar se ignore al “otro”. El otro es posible. El otro debe permanecer y sostener al que tiene alrededor suyo.
Fuentes sostiene que para que la cultura viva, la universidad debe abrir sus espacios para la reflexión, para la investigación y la crítica, “pues estos son valladares que debemos oponer a la intolerancia, al engaño y a la violencia”.
En este tenor, los hechos ocurridos en los últimos tiempos a una institución de educación superior en nuestro País, el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), en donde se han registrado atropellos desde el poder debido a la posición crítica sostenida por prestigiados miembros, dan mucho para la reflexión.
El CIDE siempre se ha significado por propiciar entre sus estudiantes el conocimiento con sentido crítico. La defensa frente al poder que hacen ahora alumnos y maestros para sostener a la institución en el camino que han transitado a lo largo de su historia, produciendo investigaciones y favoreciendo el entorno nacional con sus propuestas en bien de la sociedad, ha representado una voz decididamente valiente.
Disipar la oscuridad con la luz de la razón sigue siendo la absolutamente necesaria premisa. Que, con su defensa, el gran grupo de maestros y estudiantes del CIDE fortalezca esta visión en un momento en que resulta necesario entender que la educación es un amplio abanico de posibilidades y no la idea de una sola persona.