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Opinión
/ 7 septiembre 2025

La tecnología que promete democratizar el acceso a la información está destruyendo a quienes la producen

Por Adrián Montemayor

Seguramente no leerás esta columna. Menos si estás frente a una pantalla. Gracias a los resúmenes de Inteligencia Artificial de Google y otros buscadores, las personas están dejando de visitar los sitios web. El algoritmo elige qué lees y qué no. Esto no sería problema si este fuera un sitio de entretenimiento. El periodismo es necesario para una democracia sana, y el colapso del modelo de financiamiento a través de publicidad nos obliga a encontrar soluciones urgentes que den sostenibilidad financiera a esta función esencial.

Herramientas como AI Overview de Google ofrecen resúmenes autogenerados de los términos de búsqueda que realizan las personas. Estos resúmenes hacen que la gente se quede con información básica generada al momento y limitan investigaciones más profundas para contrastar información. Según la firma de análisis de datos Authoritas, estos resúmenes generan que hasta el 79 por ciento del tráfico deje de entrar al sitio web original. El centro de investigación estadounidense Pew Research Center revela que las personas sólo dan clic en el enlace del resumen una de cada 100 veces que consultan estos extractos.

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Los medios dependen de la publicidad generada a través del tráfico a sus sitios. En los próximos meses veremos un colapso de ingresos sin precedentes.

Las compañías de Inteligencia Artificial están realizando lo que se conoce como extractivismo informacional al sacar provecho del trabajo de periodistas y reporteros para entrenar sus modelos, pero no distribuyen justamente los beneficios económicos generados.

Este parasitismo digital representa una forma sofisticada de explotación laboral y trabajo no remunerado. Décadas de investigación periodística, verificación de fuentes y construcción de narrativas complejas se convierten en materia prima gratuita para sistemas que después compiten con sus creadores originales en asimetría de condiciones.

Debemos comenzar a debatir cambios legales que protejan y salvaguarden la función periodística. Por ejemplo, reformar la Ley del ISR que haga deducibles de impuestos las suscripciones a medios, al amparo del artículo 6 constitucional que garantiza el derecho a la información. Permitir que los ciudadanos “voten con su dinero” por el periodismo que consideran valioso.

Segundo: Establecer impuestos a los ingresos por publicidad que los buscadores de Google y otras plataformas están acaparando. Con estos recursos se podría financiar un sistema similar al Sistema Nacional de Investigadores que permita detonar el ejercicio periodístico, especialmente en estados y municipios donde se encuentra más amenazado.

La investigación académica demuestra que la pérdida de medios locales incrementa la corrupción gubernamental y los costos públicos. El periodismo no es sólo una industria en crisis, es una función democrática esencial que requiere protección activa de la sociedad y el gobierno cuando el mercado falla.

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Escribo sobre el colapso del modelo tradicional de medios mientras lo experimentamos en tiempo real. Cada clic que no llega, cada resumen automático que reemplaza la lectura completa, cada algoritmo que decide qué información merece atención, acelera la crisis que destruirá la información de calidad y verificada.

Si no actuamos pronto, las próximas generaciones heredarán una democracia sin periodismo, donde la información será monopolizada por algoritmos diseñados para sacar el mayor provecho, no para buscar la verdad.

La ironía es cruel. La tecnología que promete democratizar el acceso a la información está destruyendo a quienes la producen. Sin periodistas, sólo quedarán resúmenes de resúmenes, ecos de ecos, hasta que ya no recordemos qué merece la pena leer.

Bluesky: @montemx.bsky.social

Politólogo y especialista en comunicación y medios públicos

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