Nocaut
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- Mira manito, aquí entre compas, quiero que quede claro que soy el perro más bravo de este barrio y, para colmo de los que me envidian en silencio, el único boxeador guapo del gimnasio del Cristo Matamoros. Otra cosa es que algunas viejas alzadas se pongan sus moños y no se atrevan a aceptar públicamente la seducción que les causa mi sola presencia. ‘jijas de su... ¡como si fuera un secreto a voces! No más porque ya aprendí a contenerme, sino les metía un gancho en las meras tripas pa’ que aprendan a cuadrarse con el mero Sireno.
- Híjole, mano. Ni cómo defenderte cuando tú mismo te tiras el recto con la izquierda, de plano se te va la olla regacho, pero si todavía te aplaudo estas rabietas de mocoso berrinchudo es porque me contagia de a madres tu buena actitud ante la adversidad. Mira que presumir que tu invicto se debe a que nunca has tenido una pelea tiene su mérito y, aparte de todo, sentirte galán cuando no pegas ni con engrudo. Son otros aires, viejo.
¿Ya vas a empezar de chingaquedito, canijo Charly? Te consta que nunca ha quedado por mí, siempre se rajan y no los culpo. No debe ser fácil asimilar que te tienes que enfrentar a un “tipo como yo, un loco enamorado...”.
- Ya que estamos hablando al chilaquil, confieso que no te compro el cuento chino de que se trata de sacar el carácter o la rudeza con la que te revuelca la vida, mejor suelta la neta, ¿si funciona eso de ligar presumiendo de violento? A mí me daría una nauseabunda mezcla de pena y miedo andar con alguien que de buenas a primeras es capaz de patrocinar una desgracia a puros porrazos. Se me retuercen las tripas nomás de imaginar que puedo elegir así de mal.
- Es cosa de agarrarle el modito y llegar echando tiros. Algunas sí se encandilan desde el principio, sobre todo cuando ven que mis bíceps revientan la camiseta, pero se les hace así cuando me caliento involuntariamente. Son las cosas que tiene generar ese nivel de humedad en las conquistas, la dialéctica que le dicen...
Ya sé que tengo poca paciencia, pero ni que fuera a matar a alguien, sólo se trata de surtirles unos coscorrones bien tronados para que les quede claro quién es el Jesús del viacrucis. Lo malo es que hay unas que son bien mulas, no saben tratar a su merced como se merece y se ponen contestonas. En esos casos hay que meterlas en cintura cuanto antes, justo como a la última ruca con la que salí al cine, se indignó y me tildó de agresivo porque le puse dos cachetadas guajoloteras al anciano del taxi, pero después de la película no cesaba de condecorarme como veterano de Vietnam. ¿Cómo se les ocurre contradecirme? –se ufanó.
- Y si les da tanto miedo ¿cómo le haces pa’ que muerdan el anzuelo? No soy quien para vender trama, pero los vatos de la colonia cavilan con tus conquistas, como quien dice se arrancan los pelos porque ellos no agarran ni fiado y tú no eres la divina garza, con todo respeto.
- Pobres pelagatos, no se dan cuenta que esto es más parecido al servicio profesional de carrera que a la magia. Pa’ que te des cuenta que ando de buenas, no sólo te vas a salvar de que te dé una tunda, sino que te voy a pasar los secretos seminales que aplica este rostro que tienes enfrente en su ejercicio del cortejo, pero que sepas que queda estrictamente prohibido usarlos en mi contra. En buen cristiano, si te andas metiendo en mis parcelas, te parto tu madre.
Échalos, pues. Bien sabes que tus gustos no son los míos y que jamás me convertiría en el cuatrero que te deje en calzones y sin ganado, tu trabajo te ha costado pastorearlo y mira que tiempo libre te sobra. Pero pa’ ser claridoso, la mera neta están pa’ darle un susto al diablo, mas son muy tus gustos y, ahí sí, que dios me libre de converger.
- ¿Conver qué? No más porque no te entiendo, sino te ponía en tu merito lugar, cabrón. Escucha esto: el néctar del secreto es dar lástima. Así como lo acabas de escuchar con esos oídos rebosantes de cerilla, a este procedimiento lo bauticé como el “Método Nuez”: duro por fuera y blandito por dentro. La percha osca y furibunda no basta para granjearte morritas, tienes que hacerte el arrastrado con las mujeres para provocarles aflicción y que les salga su lado materno para obsesionarlas con consentirte, apapacharte y hasta llenar los agujeros que la vida te ha ido picoteando, aunque sean inventados pa’ darle dramatismo al asunto. Con esos sencillos pasos, en un pispás las tienes en la bolsa.
- Quiere decir que cuánta vieja ha pasado por tu catre es porque fue reclutada vía el método mosca muerta 2.0 by Sireno. Por cierto, ¡cuánta capacidad de conmover! Lo complicado que debe ser convencer a alguien de refocilar en un lecho pringoso y con esa penetrante fragancia a axila que te acompaña por doquier que vas.
- No lo puedo negar categóricamente, como dicen ustedes los aprendices de catrín. La cosa es ser un pedigüeño emocional, mendigar de vez en cuando “una caridad” de afecto, pero sin dejar que se pasen de la raya y te agarren de su pendejo. A la primera que quieran salirse del huacal ¡mocos! Le surtes un sopapo bien dado, pero no me creas y saca tu lado científico, haz la prueba y verás, pídeles tantita participación en tu vida y se van a sentir la mar de importantes. Ni los bomberos van a poder bajarles los humos de sentirse imprescindibles en tu monótona vida de Godínez.
- No me digas que así fue como te ligaste a la Santamaría, si sabemos de sobra que es puro jetset y ni pal’ taxi traes. Andas puro golpe de calcetín como alma penitente, con razón te apestan los pies, pero ni siquiera te ha servido para bajar la panza chelera.
- Pues ahí donde lo ves y deja tú las patas, embáucalas dándoles una posición en tu día a día y no se van a fijar en las camisas arrugadas o en los zapatos sucios, es más, ni la masilla de los dientes te andan reclamando. A eso súmale que quien las corteja es tu servilleta, hasta se sienten con título nobiliario de la mera corona británica. Pasar por estas manos es pedigree y no chingaderas perrunas.
- Si eres tan carita y tienes más estrategia que mi General Zaragoza ¿por qué te bateó tan lejos la Sandra? No me digas que nomás ¡zas! Capirucho y te dejó sin testosterona. Aunque quisiste hacerle al occiso, todos nos dimos cuenta que te hizo el feo y no la culpamos. De plano no padece miopía ni anosmia, está al cien de sus sentidos, no cabe duda.
Cirineo, Sireno pa’ los compas y cerdino para la palomilla, notó cómo en un santiamén le empezó a hervir la sangre ante lo que consideraba una agresión directa y ruin. Durante meses intentó conquistar a la dama en cuestión, no obstante, todos sus esfuerzos resultaron estériles, amén de ignorados. Se terminó el arsenal de cortejo y nada rindió frutos. Ni la fuerza, el boxeo, las palabras ensayadas, la ingeniería trunca, el acecho mal simulado para encontrarla por la calle o la intentona por inyectarse de forma intravenosa en el círculo social de la susodicha. Una vez que se quedó sin parque, emprendió la retirada propia de los cobardes para salvar con discreción su dignidad y mantener el puntaje que caracteriza a un guapo de barrio: difamación y negación. El pan y agua de los rechazados.
- Mira güey –pontificó en tono colérico– pa’ que te lo sepas y dejes de menearle con tu dedo flamígero a ese asunto: fui yo quien no peló a esa vieja, es más, si no salí con ella fue por mis meras pistolas. Allá tú si te crees esos chismes de que me mandó a bailar a Chalma, pero que conste que te considero mi amigo, en tu salud hallarás si echas en saco roto mis consideraciones personales, a ver quién te paga la lana que te debo, ingrato.
El Charly era astuto y escurría la mala leche por los codos. Gustaba de hacer sangre con los temas que más le ardían a su amigo furibundo y altanero, por ello, detrás de cada adulación que ponía sobre la mesa del adalid, había una cruel burla en espera de no ser descubierta para contemplar con sorna cómo se desangraba lentamente el remedo de galán. Sabía lo que cualquiera con sentido común podía notar: Cirineo era un ingenuo incapaz de lidiar con la obsesión de verse bateado por una mujer guapa, sensual, atractiva y –por si no fuera suficiente– infinitamente más inteligente y culta que él.
Sin embargo, confiaba en que algún día podría bajarle la calentura de los tanates al golpeador en ciernes, siempre y cuando no fuera por la sinuosa vía de los guamazos, ya que ahí nadaba en mar abierto. Por ello, asumía con devoción el deber de meter las falanges en la llaga de su Pigmalión como un santo Tomás incrédulo de su condición mesiánica.
-‘Ta bien, mi Sireno, no se caliente. Sólo es una interrogante que surge de la cátedra que apasionadamente brindas sobre cómo potenciar la capacidad de arrastre con el género femenino y sitios circunvecinos. Hasta voy a tomar nota, decano, porque como leí en una novela “aquí su palabra es el mero evangelio”.
La puntería con que disparó el forzado y zalamero halago académico provocó que el Sireno fuera incapaz de replicar para salir del pozo que cavó con su jactancia. Estaba seguro que Charly se burlaba de él, pero no se atrevía a encararlo por temor a quedar en calidad de cebollino y pazguato. La promesa del cuadrilátero y adonis de interés social se sabía en la lona y noqueado con guante blanco por una delicada (y desinteresada) dama. No importaba cuán obstinado estuviera en cambiar la narrativa de los hechos, hay verdades que el tiempo no está dispuesto a ocultar para siempre y, mucho menos, para todos. No cabe duda que siempre es una desgracia vivir en la mentira.