Solía pensar que la publicidad navideña era la forma más cutre, chabacana y ramplona de propaganda comercial.
Además de los cascabeles y las tonadillas tradicionales, las marcas tienen la insufrible costumbre de recurrir de manera unánime al cliché del Santa Claus que nos grita las ofertas con su risa de depravado.
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Es difícil mantener la cordura si siete de cada diez anuncios con que somos bombardeados los protagoniza el viejo obeso ese que se carcajea como si se estuviera dando a su secretaria y le regalasen el viagra.
Pensaba yo que era ese el estrato más bajo de la publicidad, pues se explota la obligación de convivencia y dispendio que estas fechas nos imponen; se lucra con la miseria que significa no participar de la gran bacanal anual y se nos conmina a endeudarnos hasta la camiseta so pena de ser un auténtico paria.
Pero, como suele ocurrir con demasiada frecuencia, estaba yo equivocado. La más infame, hostigosa e irritante selección de anuncios publicitarios nos llega por cortesía del Gobierno de Nuevo León.
De hecho, desde que el hoy gobernador del nuevo Nuevo León, el casi depuesto y bebesáurico Samuel García, era apenas una remota probabilidad que se tomaba más a chiste que otra cosa, ya nos había adelantado un poco lo que iba a ser su estilo comunicativo, formado eminentemente en la escuela de Multimedios (para los amigos que nos leen fuera del noreste mexicano, Multimedios es la síntesis de la tele pitera, lo que ocurriría si metiésemos en la licuadora todos los canales de tv locales para hacer una salsa con sabor a subdesarrollo intelectual).
Luego, García Sepúlveda inició una feroz campaña para convencer a los débiles mentales de que buscaba la Presidencia por convenir así a los intereses de su entidad y presumía haber atendido en dos años todos los compromisos adquiridos con la gubernatura, claro, sin aportar otra evidencia que su hueca palabrería.
Me volví a equivocar cuando, luego de una sucesión en cadena de faltas, ridículos y desaciertos, Samy se vio obligado a regresar al cargo con la cola entre los fosfo, una vez que se enteró que, por disposición de una Constitución que él mismo promulgó, no podía disponer del despacho del Ejecutivo a placer mientras se encontraba de permiso.
Honestamente, pensé que agacharía su enorme cabezota (experimentando quizás por primera vez en su vida algo parecido a la humildad) y se conduciría con cierta discreción al menos por unas cuantas semanas.
¡No, qué chingados!
Su partido contraatacó de inmediato con una campaña que intenta cambiar la narrativa de los acontecimientos, diciéndole a la parte más crédula del electorado que el viejo PRIAN le tuvo miedo a la candidatura de Samy, que éste se perfilaba como un claro precandidato ganador; que lo bajaron a la mala, pero al mismo tiempo que se regresó al cargo para cumplir su compromiso con los nuevoleoneses.
Por increíble que parezca, hay quien le cree, sobre todo un segmento de electores jóvenes a los que me gustaría que Semarnat declarase especie protegida, dada su vulnerabilidad. Desafortunadamente se reproducen con tal eficacia que, lejos de estar en peligro, pronto pueden convertirse en la especie dominante del planeta.
En fin, que simultáneamente tenemos que tragarnos la presencia de Marianita Rodríguez, la cabecita hueca más bonita de la política, como precandidata a la alcaldía de Monterrey, precandidatura bien apuntalada por el dueño de la franquicia naranja, Dante “El Señor Rajuela” Delgado, e incluso por el propio Presidente de la República, quien no ve en ellos ninguno de los antivalores que acusa en la clase media aspiracionista, ni los vicios de sus adversarios políticos.
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Y para colmo, el Gobierno de la entidad de marras no deja de atosigar con su campaña institucional que exalta el orgullo de ser nuevoleonés, como si de verdad nacer en tal o cual estado constituyera un motivo para presumir.
Una vez que la madurez nos hace superar esos estúpidos sentimientos de falso orgullo por el terruño, sea cual sea, este tipo de mensajes con visos de nacionalismo resultan especialmente insoportables.
Lo que sí se puede es experimentar mucha vergüenza de formar parte de una comunidad, especialmente de una que ha sido tan irresponsable con sus últimas decisiones electorales.
Luego de sentar en el Poder Ejecutivo a dos malos comediantes: Primero “El Bronco” Rodríguez Calderón y luego (cuando parecía que no podía ser peor) al hermano perdido de los Payasónicos, los nuevoleoneses demostraron que lo próspero y lo industrializado de una sociedad no tiene que ver en absoluto con su madurez política.
Me gustaría carcajearme de nuestros vecinos y decirles socarrón: “¿Dónde quedó aquel orgullo regio?”.
Pero luego me acuerdo que nosotros (en Coahuila) elegimos en forma sucesiva a dos Moreiras... Y se me pasa.
Por mucho que nuestros pobres y queridos hermanos nuevoleoneses atraviesen por su peor momento político de la historia; por su etapa de mayor desdoro, ignominia y desprestigio y que (sumado al adverso resultado en la reciente final de futbol) tengan poco de qué presumir, nosotros como coahuilenses no estamos ni cerca de recuperarnos por aquel infame episodio que comenzó a escribirse casi con el siglo.
Lejos de eso, hoy Rubén Moreira es figura preeminente y prominente en su casi extinto partido. Aun así, cobra relevancia cuando forma parte de la coalición opositora.
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Y lejos de ser un personaje apestado o la figura repudiada que merece ser (aunque sabemos que terminará en el basurero de la historia), la campaña de Xóchitl lo presume como su operador territorial; es invitado distinguido en la toma de protesta del nuevo Gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez y hasta lleva una relación tersa con la 4T y el Presidente de la República, quien dejó de señalarlo como un investigado de su administración.
Moreira Valdez se da el lujo de subir su jeta en redes y afirmar crípticamente que “no está para mamadas”. No tengo idea de a quién iba dirigido su mensaje o qué significa (en un sentido práctico). Lo que sí, es que cada día que vive en impunidad es una afrenta para todos los habitantes del Estado que tuvo a mal desgobernar. Eso sí es una mamada.
Amigos nuevoleoneses, les diría que tengan más cuidado con los personajes que eligen, pero como coahuilense me falta toda autoridad para ello; además de que ya hicieron su babosada. Lo que sí les advierto es que si no les ponen un freno ahorita, la cosa no acaba con su sexenio, sino que la seguirán padeciendo durante décadas.