Obradorismo: El valor de la secta

Opinión
/ 15 septiembre 2025

La prédica de López Obrador y su impostura se asocian más a un movimiento religioso que de representación política

El obradorismo significa muchas cosas. Su base social es diversa y varía: desde los francos creyentes o sectarios, simpatizantes, hasta los oportunistas, o aquellos que, por impunidad o inmunidad, migraron a Morena a pesar de ser electos por un partido opositor. La mayoría en el Senado así fue integrada, crucial para construir una mayoría calificada al margen del sentido de los votos. Los llamados a la pureza de sus intelectuales orgánicos se enfrentan a la descomposición interna de un proyecto fundado en su superioridad moral.

Luchar por los pobres, viste; contra la corrupción, compromete. El huachicol fiscal, que es mucho más que defraudación al fisco, pone al descubierto que el gobierno de la honestidad valiente transitó al régimen más corrupto que haya conocido el país. Un secretario de Marina encubridor de un crimen tan rentable y sin precedente, perpetrado por dos parientes. La integridad quedó en entredicho en una institución otrora orgullo. No son casos aislados, implica al nivel jerárquico superior. Resulta increíble la versión de que el almirante Rafael Ojeda denunció, dos años atrás, las irregularidades en su dependencia; la evidencia en contra resulta abrumadora: el huachicol persistió, los sobrinos siguieron actuando criminalmente, lo supuestamente denunciado continuó operando y se combatió hasta este gobierno.

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El sectarismo tiene elevado valor en estas circunstancias porque, además de blindaje, es impermeable a la evidencia y a la verdad. Quienes en estas condiciones suscriben al obradorismo encontrarán la explicación a modo para absolver al régimen. Al menos ahora ya no se podrá decir que es una “campañita” de los adversarios, porque la presidenta Sheinbaum, el fiscal Gertz y el secretario García Harfuch han abierto el tema y actuado –al menos para proceder– contra los sobrinos políticos del almirante Rafael Ojeda. No todo, pero mucho, es mérito de la Presidenta, cualquiera que sea la explicación subyacente, incluso si se trata de presión de las autoridades norteamericanas.

Sectarismo y negación van de la mano. Se niega la fundada denuncia o la crítica, tanto como la realidad, la verdad. El presidente López Obrador corrompió a las fuerzas armadas; se podrá minimizar, pero no ignorar que al menos en el caso de la Marina el secretario protegió a sus parientes. El desafío mayor del régimen es conducir la investigación y, en la visión de su cúpula, evitar que el tope quede sólo en lo denunciado. No resulta claro que hasta allí se llegue porque el castigo al crimen asociado al huachicol es parte de la agenda de seguridad compartida con EU y porque compromete la integridad de la parte más sana del gobierno en la lucha contra la violencia y el crimen. La misma Presidenta permanecería en una situación complicada.

Nepotismo y corrupción razones aducidas para destruir a la Corte, que nunca fueron sustanciadas ni probadas, adquieren relieve ante la evidencia de lo que acontece en la Secretaría de Marina. Las dimensiones del negocio asociado a la importación irregular de combustible amplían el espectro de responsabilidad. No son unos cuantos corruptos, sino una amplia red que abre la sospecha, a partir de lo revelado con el homicidio del “rey del huachicol”, Sergio Carmona, de que el dinero irregular, al menos en parte, servía para fondear campañas. En la ética de López Obrador, los dineros ilegales cuando son para financiar el movimiento dejan de ser corrupción; la elevada causa todo lo vale.

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La secta da, quizá, para ganar encuestas, pero no para prevalecer siempre en la competencia por el voto, particularmente en una elección intermedia. El desafío para 2027 no da para que Morena rompa con el PVEM, y torna imposible el anhelo del comisario Pablo Gómez –compartido con López Obrador– de acabar con la pluralidad en el Congreso, porque ni el PT ni el PVEM aprobarían reglas que los vuelven políticamente irrelevantes y, eventualmente, inexistentes.

El sectarismo tiene como base las emociones en la sociedad, y del líder, la oferta de certezas. El poderoso vínculo no se resuelve con razones, argumentos o la evidencia. Tiene que ver con un sentido de pertenencia y el anhelo profundo de creer en algo que se asocia a un destino superior. Combatir al sectarismo es casi imposible porque significa para muchos despojarlos de un preciadísimo valor: la esperanza. Por eso la prédica de López Obrador y su impostura se asocian más a un movimiento religioso que de representación política. El sectarismo se mitigará con el tiempo, pero no desaparecerá. Creencias sobre ideas; emociones sobre razones.

Licenciado en Derecho Facultad de Jurisprudencia UAC. Maestría y Estudios de Doctorado en Gobierno por la Universidad de Essex, Inglaterra.

Ha sido Catedrático en el ITAM; en el ITESM; en el CIDE; y en la Universidad Anáhuac.

En 1997 a 2000 titular de la Asesoría Política en la Presidencia del doctor Ernesto Zedillo.

Desde 2005 director general del Gabinete de Comunicación Estratégica

Columnista Juego de Espejos en Milenio Diario, Bloomberg-El Financiero y en SDP Noticias, Código Libre y en la Revista Peninsular. Coautor de varios textos en materia electoral y estudios históricos.

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