Odisea de leyes en país de reyes

Opinión
/ 10 agosto 2024

La auténtica ley se define con precisión. Un ordenamiento de la razón promulgado por autoridad competente para hacer posible el bien común en justa paz.

Una ley puede tener una biografía que revela su trayectoria ambivalente, disímbola y ajetreada. Porque puede estar mal redactada al contener ambigüedades que generan confusiones o ser ignorada por quienes debieran obedecerla. Si la redacción es buena, puede estar mal interpretada y causa inequidades.

Puede la interpretación ser exacta y atinada; pero la aplicación se vuelve pésima, la sanción resulta mínima o de poca duración por liberaciones inesperadas.

No sabemos si vivimos en un país de leyes o de reyes arriba y abajo que acaban haciendo excepciones o evadiendo sanciones.

Leyes mal redactadas, ignoradas, mal interpretadas, indebidamente aplicadas y, al final, desperdiciadas por sanciones esfumadas, fomentan autocracias e ilegalidades impunes. Y si la justicia no es servida por la legalidad, la paz se vuelve conformismo cómplice o desaparece por pugna constante...

EL GRANO Y LA PAJA

Eso de discernir es verbo de conjugación necesaria. La necesidad se acentúa en épocas de contaminaciones, de confusiones y de falsedades que quieren lanzarse a la circulación pública y están reñidas con la objetividad.

Separar el grano de la paja, limpiar el frijol para que la basura se vaya al tambo y el alimento a la olla. Que esa mamá, al bañar al bebé, no eche el agua sucia a la coladera junto con el bebé que debería ir a la cuna. Tragarse la carnada junto con el anzuelo hace que muchos peces queden atrapados y queden sin libertad y sin vida.

DEJAR CRECER Y MADURAR

Y junto con el discernimiento es ahora muy necesaria la subsidiaridad. Que no haga el de arriba lo que puede hacer el de abajo. Que no haga el fuerte lo que puede hacer el débil, que no haga el jefe lo que puede hacer el empleado. Que no haga el grande lo que puede hacer el pequeño. Que el papá no cargue en la escalera al hijo discapacitado si él puede, con esfuerzo, subir los escalones. Ni paternalismos, ni proteccionismos han de suplantar a quien tiene derecho a aprovechar oportunidades de crecimiento, haciendo lo que le toca y puede hacer.

DIÁLOGO SIN ALGARABIA

Da mala impresión encontrar -en la realidad- conversaciones que se convierten en alharaca. Dicen que en una reunión de alemanes uno habla y los demás escuchan. Que en una reunión de españoles o mexicanos todos hablan y nadie escucha. Y en una reunión de ingleses nadie habla y todos escuchan.

Lo ideal es el diálogo en que cada uno puede ser escuchado y escuchar a los demás sin interrumpirlos, dejándolos terminar su reflexión. Reuniones en que cada uno se deja invadir por el pensamiento ajeno y concede la razón y dice estar de acuerdo o, en lugar de negar, distingue para señalar la parte cierta del interlocutor y la parte con la que no está de acuerdo.

TÉ CON FE

-¿Hay plegarias difíciles que no nos atrevemos a pronunciar?

-Sí mira. Por ejemplo. Muy pocos le dicen a Dios: “Hoy no te pido nada, solo quítame lo que me sobra”. Tampoco es frecuente que alguien le diga: “No me des lo que me gusta sino lo que necesito” o “no me hagas caso cuando te pida algo que tú no quieras” o aquella de Jesús, sufriendo heridas en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

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