Ojalá israelíes y palestinos pudieran encontrar el camino de la paz

Opinión
/ 20 julio 2024

Había varias señoras y niñas en la farmacia cuando un desparpajado sujeto llegó al mostrador y le pidió a voz en cuello al dependiente: “¡Un condón!”. El de la farmacia se llevó un dedo al ojo para indicarle al tipo, sin palabras, que viera la presencia de mujeres en el establecimiento. Le dijo el majadero individuo: “No, para ahí no. Para acá”... Es muy difícil opinar acerca de lo que no se sabe, pero más difícil aún es opinar acerca de lo que se sabe. Por eso yo prefiero opinar acerca de lo que desconozco. Eso me lleva a opinar acerca de todo, lo cual amplía mi abanico de posibilidades. El otro día, por ejemplo, opiné con bastante solvencia acerca de las plantas fanerógamas en la legendaria isla de Pitcairn, y nada menos hace días vertí tres opiniones –¡tres!– sobre el presidente –con minúscula– López Obrador. Sobre esas endebles bases opinaré hoy acerca del conflicto entre Israel y Palestina, cuya causa fue el infame atentado contra la nación israelí llevado a cabo por la organización terrorista Hamas. Ignoro todo lo que concierne a esa cuestión, lo cual me da bastante espacio para moverme alrededor del tema. Una de las palabras más desagradables que hay es “antisemitismo”. Evoca ideas de odio, intolerancia, discriminación. Esos términos, sin embargo, también pueden describir la actitud del Primer Ministro Netanyahu, quien en ese conflicto se ha mostrado ferozmente vengativo y autor de una violencia bélica indiscriminada que ha cobrado innumerables vidas de civiles inocentes, incluidos ancianitos, mujeres y niños. Actitudes así, tan opuestas a la paz, son causa de malevolencia contra Israel y dan pábulo a algunos extremistas para actuar de modo que parece justificar el desatado terrorismo de Hamas. El mundo se consterna ante la visión de dos pueblos cuyos enfrentamientos, de raíces milenarias, tienen por escenario una tierra que diversos credos religiosos consideran santa. Ambas naciones deben reconocer que su adversario no desaparecerá, y que aun el instinto de la propia conservación recomienda el aprendizaje de la coexistencia. Netanyahu, sin embargo, no se ve inclinado a ideas de paz, y actúa como si quisiera borrar del mapa a Palestina y aniquilar a los palestinos todos. Eso, desde luego, es imposible. Cosa triste es, entonces, que la violencia desatada y desmedida cause sufrimientos que se vuelven surco donde seguirán germinando malas semillas de odio y de rencor. Ojalá israelíes y palestinos pudieran encontrar el camino de la paz, y renunciar a las prácticas tanto del terrorismo como de la guerra. Eso, sin embargo, se antoja algo imposible. Parece que esos pueblos no podrán nunca vivir sin la amenaza de la violencia... Pepito le preguntó a su padre: “Papi: ¿por qué canta mi mamá?”. “Para dormir a tu hermanita, hijo”–respondió el señor. “Y cuando se duerma –volvió a inquirir Pepito– ¿dejará de cantar?”. “Claro que sí –contestó el padre–, para no despertarla”. Fue Pepito a donde su mamá dormía a la niña, e inclinándose sobre su hermanita le dijo con tono imperativo: “¡Hazte la dormida!”... Aquel soldado perdió en acción de guerra un par de cosas que estimaba mucho. A fin de suplirlas el cirujano le implantó dos cebollitas botaneras, lo único que de momento tuvo a mano. Años después el soldado se encontró con el médico, y éste le reveló el heterodoxo procedimiento que había empleado. “¡Vaya! –dijo el excombatiente–. ¡Ahora me explico por qué mi esposa llora siempre que tenemos sexo!”... La familia estaba asando carne en el jardín. “Huele a cuerno quemado” –dijo la abuela arriscando la nariz. “¡Viejo! –le gritó la señora a su marido–. ¡No arrimes la cabeza al asador!”... FIN.

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