Ojear y hojear, verbos de la época

Opinión
/ 28 octubre 2023

Hay lectura sacralizada y satanizada.

Se exhibe la lectura con los mismos riesgos que tiene el comer.

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Ni leer ni comer, por sí mismos, son verbos saludables. El comer por comer puede causar congestión, indigestión intoxicación, obesidad si solo se atiende a la cantidad sin examinar calidad. Y leer por leer puede causar obsesiones, motivaciones perniciosas, aceptación de errores y falsedades, evasión de la realidad, sustraer tiempo de vida por adicción a ojear y a hojear páginas con voracidad, sin selección acertada.

Puede también proliferar la adicción a comprar libros. Se acumulan ejemplares en estanterías, imaginando la posibilidad de leerlos. Pasa el tiempo solo son leídos a trozos, devorando capítulos aislados, escudriñando finales y cancelando pasajes descriptivos para concentrarse en la acción de la narrativa.

Muchos libros quedan como decoración, en anaqueles, sin ser visitados por ojos de lector o solo atisbados por una lectura veloz, en diagonal.

DE PÁGINA A PANTALLA

La conjugación del verbo leer ya no recorre tanto la negrura de las letras ennegrecidas y agrupadas en líneas paralelas como surcos se siembra en el campo de las páginas. Se estrena y se practica la lectura en pantalla. Chateos y mensajería compacta en una lectura rápida intermitente. Todo marcha al ritmo del click ejecutivo e inmediato.

Ese universitario lleva toda una biblioteca en su teléfono celular. Libros voluminosos son transcritos a un espacio propio de una palma de la mano. En cualquier parte, se avanza en la lectura trompicones de tiempo fugitivo. Aquel leer sereno, inmóvil, concentrado, en lugar seguro, confortable y silencioso va quedando como costumbre obsoleta y trasnochada. Los textos eran seleccionados y experimentaban la destreza de la relectura ávida de mayor claridad y profundización.

DESDE EL CICLÓN

Los huracanes son más predecibles que los temblores.

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Creíamos que no venía tan fuerte y no tomamos precauciones”, comenta Herlinda, la acapulqueña. “A la zona hotelera le causó daños y hay gente vacacionista que no puede volver a su tierra por las averías sufridas en el aeropuerto”, dice Fernando, el taxista, completa diciendo: “Hay calles inundadas aquí y allá y vehículos que fueron arrastrados”.

Y se van por unas botellas con agua y unas tortas que están repartiendo desde un camión. Saben que seguirán llegando ayudas de todos los Estados.

A ver si para el día de muertos ya se puede hacer algo”, concluye el taxista. Herlinda va después presurosa a atender a sus nietos...

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