Historia de un dictador (no el nuestro) (II)

Opinión
/ 18 julio 2025

Ulises Heureaux ejerció un poder dictatorial sin límites. Todas las libertades suprimió; no había otra ley que su capricho

Hilarión Ulises Heureaux Level, llamado Lilís, fue Presidente de la República Dominicana de 1882 a 1889. En esos años ejerció un poder dictatorial sin límites. Todas las libertades suprimió; no había otra ley que su capricho. En cierta ocasión un amigo suyo de la infancia fue llevado a la cárcel por ladrón.

–Suéltenlo –ordenó Lilís–. No hay que apresar a todo el cuerpo cuando lo único que tiene malo son las uñas.

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Hombre de buenas frases era don Ulises. De raza negra, solía decir: “El negro llora de noche”. Escribió: “El hombre ha de saber tres cosas en la vida: saber ser pobre, saber ser solo y saber ser viejo”. En cierta ocasión a un empleado de su gobierno, negro como el mismo Lilís, se le murió un hijo de dos meses de nacido. El empleado le pidió una ayuda económica.

–Para enterrar al angelito –le dijo.

–¿De qué color era tu hijo? –le preguntó Lilís.

–Negro, desde luego –respondió con desconcierto el atribulado padre.

–Entonces no es angelito, hermano –le dijo tristemente Lilís–. Es nada más muertito.

Me pregunto si en esa conocida anécdota de Lilís no estará la raíz de “Angelitos Negros”, el poema hecho canción del escritor, historiador y político venezolano Andrés Eloy Blanco.

No admitía Lilís oposición a sus designios. Quiso hacer notario a un protegido suyo, analfabeto. Los sinodales nombrados por el Colegio Notarial para examinar a los aspirantes eran sacerdotes los tres. Cuando se negaron a dar el título al amigo de Lilís, éste les mando un recado:

–Si ustedes no lo hacen notario yo lo haré obispo.

Y fue notario el ignorante.

Sabía, sin embargo, don Ulises que incluso la dictadura debe ejercerse con cuidado. Otro amigo suyo a quien dio un cargo solía expoliar al pueblo. Pedía dinero a la gente. Eso fue causa de protestas. Lilís le quitó el puesto. Le dijo:

–Hay que saber desplumar a la gallina sin que cacaree.

A pesar de ser aliado de España, Heureaux apoyó la independencia de Cuba, entonces sometida al dominio español. Lo hizo, sin embargo, por abajo del agua. A unos rebeldes cubanos que lo visitaron para pedirle su respaldo les entregó 500 fusiles, 50 mil balas y 2 mil pesos oro. Cuando los cubanos salían de su oficina Lilí los hizo regresar y les dijo:

–Que el Presidente no sepa lo que Ulises Heureaux les acaba de dar, porque se disgustará.

El Presidente era él.

Ordenaba levas para engrosar su ejército, y escribía en un oficio al general al que le enviaba tropas: “Ahí le mando 150 voluntarios. Devuélvame las sogas para enviarle más”. Y es que los “voluntarios” iban amarrados.

Lilís murió asesinado. Lo mataron a balazos unos jóvenes de buena sociedad, enemigos de su dictadura. En el momento del ataque Lilís les hizo frente. Sacó su pistola y disparó. Pero cuando lo hizo ya estaba herido de muerte, de modo que no atinó los disparos y sólo alcanzó a matar a un pordiosero que lo esperaba para pedirle limosna. Dicen que el dictador, prácticamente ya sin vida, caminó hacia sus atacantes, y que éstos retrocedieron con espanto mientras seguían disparando. Sonriente, Lilís hacía como que apartaba las balas con su sombrero panamá. Se recargó en el tronco de un árbol y fue resbalando poco a poco hasta caer muerto. No se le borró la sonrisa de los labios.

Escritor y Periodista mexicano nacido en Saltillo, Coahuila Su labor periodística se extiende a más de 150 diarios mexicanos, destacando Reforma, El Norte y Mural, donde publica sus columnas “Mirador”, “De política y cosas peores”.

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