Otro cuento para degustar en Navidad: Romeritos con mole

Opinión
/ 14 diciembre 2023

Las monjas pasaban por momentos difíciles, había que proveer y cocinar con bajo presupuesto. Se acercaba la navidad, buscaban despensa en la alacena y pensaban qué crear para ese día.

Sor Isabel salió a caminar por las milpas cercanas, ahí se encontró a Juancho, un campesino que araba las tierras, buscando siempre las mejores cosechas. Ella, agotada de caminar, se sentó y le pidió un poco de agua.

Exhausta le dijo a manera de desahogo: “No sé qué hacer de cenar esta Navidad”. Él le ayudó a exponer varias opciones y en eso le dice: “Llévese romeritos hermana”. Sorprendida le pregunta “¿qué es eso?”

“Quelites, proviene del náhuatl : Quilit , que significa ‘Hierva que se come’, se dan cerca de toda esta milpa, donde hay frijol, maíz y calabaza. No tenga miedo, no hacen daño, al contrario son muy sanos y ricos”, le explicó.

“¿Y con qué los preparo, qué les pongo”, preguntó ella.

“Con lo que tenga su merced, ya verá qué buenos le quedan”.

Sor Isabel caminó con un costalito lleno, con los dedos manchados de tierra. Al llegar puso su tambache sobre la mesa, pero lo que Juancho nunca le dijo es que limpiarlos eran toda una labor de paciencia. Ya limpios, los puso a cocer con agua suficiente y una cuchara de carbonato, tip de Sor Magali para quitar las amarguras de las hierbas y que además ayuda a que se pongan más verdes.

Ya cocidos y escurridos pensó: “¿Qué voy hacer con esto?”

Llegó Sor Amelia y le dijo “pues ponles del mole de ayer, a ver qué tal saben”. Angustiada Isabel de ver lo que se consumieron, buscó qué más ponerles y encontró nopales, unos camarones secos y papitas de galeana .

Puso manteca, vació el mole, después los romeros; agregó un concentrado de las cabezas y colas de los camarones secos que peló; picó nopales, los coció junto las papas y ya cocidas las integró. En esa cazuela que no tenia pies ni cabeza. Dejó que hirviera meneando lentamente.

A la mañana siguiente Sor Matilde, al ver el guiso, puso sus manos al cielo y expresó: ¡Madre mía, qué revoltijo!

Sor Isabel apenada, respondió:

“¡Pruébelo! Creo que no quedó tan malo. Sabe bien, además de que es muy rendidor, alcanzará para todas”.

Así fue, cenaron el revoltijo de los romeritos con pan de trigo y café. Agradecieron los sobrantes y, por supuesto, a Juancho. Se corrió la voz entre las monjas vecinas, las cuales, iban a cortar los romeros a las parcelas de Juancho. Una de ellas molió el camarón e hizo tortitas de fritas, con las claras a punto de turrón, innovando la receta de Sor Isabel.

Se quedó de boca en boca en la memoria de quienes probaron y escucharon la receta de tan creativa monjita.

Se volvieron tradicionales en el centro y sur del país. Asimismo la costumbre del recalentado han vuelto al “Revoltijo” un clásico en su bolillo crujiente, acompañado de una cerveza, ponche y ¿por qué no? Un buen vino.

Ande usted. Aunque este platillo no es norteño cada vez se hace más popular dentro de los platillos de navidad.

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