AL SUEÑO
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Sueño, posa tu vuelo
en la sala de mármol del insomnio,
envuelve con tu ala
como en un torbellino
estos espejos, estos candelabros.
Porque en tu umbral portátil
que va y viene en el viento, que se aleja
y se acerca, he mirado
formas de pensamiento
en que una nueva realidad se anuncia.
Pues ya no vivo, sólo
me dedico a escribir, y las palabras
forman un laberinto:
con los ojos cerrados
ya recorro esos muros transparentes.
Del país de los muertos
vienes y a sus linderos nos conduces;
nos abarca su orilla
en cualquier parte, ola
interior que retrocediendo avanza.
Pero apenas existo:
en un espacio discontinuo, alza
remolinos el tiempo
de pequeños sucesos:
ellos soy un instante y me disuelvo.
Floto como un espectro
en los islotes de la realidad:
me sueñan, me recuerdan
los palpables objetos,
soy apenas un sueño de las cosas.
Me pronuncia el lenguaje,
su sistema de ecos, caracolas
del azar, me profieren
como un reflejo suelto
que no tiene sustancia o referente.
(Apenas reconozco
el rostro que moldea la muerte a diario
como una cera ahumada;
quiero gritar a veces
por saber si yo mismo puedo oírme.)
Se pone en pie el espíritu
y en un vuelo reinstaura su vigilia;
el país del durmiente
que anuncia Scherezada
tiene más noches que el sol cuenta días.
Al día se recuesta,
la realidad es su más pobre sueño;
el bastardo, el plebeyo
lucrando en esa gleba
encuentra que el almácigo es sepulcro.
Es un nómade el sueño,
carece de memoria y de cultura;
es el dios de la tuareg
que transita dormida
los piélagos de arena de la Sirte.
Allá escriba el egipcio,
que resume su numen en papiro;
pues las mitologías
del sueño son anónimas
como unas crónicas de prehistoria.
Piramidal, inverso
cono de luz que brota del insomnio,
la dibuja en la arena;
ella cabalga en círculo
laberintos de arena y de conciencia.
A veces se proyecta
en el muro de la vigilia, donde
altera las imágenes
y revuelve y confunde
la realidad, fija en su diccionario.
La tuareg viene, escucho
las espuelas de su corcel dormido
y la crin es la ola
que se azota y sumerge,
es amarga la espuma de ese belfo.
La vigilia es tan sólo
la más superficial de sus etapas
y la siento dormido
hablar su idioma arcaico
que ha alterado mi voz y mi sintaxis.
Arrasa la oscurana
el espíritu con su ventolera
y en la alameda diáfana
te veo: eres más un pájaro
que una mujer en tal palabra, pájaro.
(16 de noviembre)