Badiraguato y la regulación de las drogas

Politicón
/ 17 febrero 2019
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Por primera vez en la historia un Presidente visitó Badiraguato, en la sierra de Sinaloa.

Lopez Obrador estuvo ahí y anunció un plan forestal para generar 20 mil empleos para Chihuahua y Sinaloa; así como la construcción de una de las dos nuevas universidades que tendrá Sinaloa, enfocada en ingeniería forestal.

Y por primera vez ese municipio pobre y marginado históricamente estuvo en el ojo nacional por razones diferentes a la de siempre: su estigma narco.

Un estigma ganado a pulso por ser la puerta al famoso Triángulo Dorado, el lugar donde más mariguana y amapola se ha sembrado en la historia del narcotráfico mexicano y de donde son oriundos capos tan célebres como los Beltrán Leyva y Joaquín Guzman Loera.

“Badiraguato: la tierra de El Chapo”, leí una y otra vez en diferentes medios nacionales. Se equivocan, Badiraguato estaba ahí antes de “El Chapo” y seguirá estando después de su emblemática condena en Estados Unidos.

Pero ahí se quedará su hermano Aureliano y sus hijos seguirán teniendo una presencia poderosa en ese territorio. Los Guzmán y el resto de las familias que han integrado el Cártel de Sinaloa.

La razón es sencilla: el consumo nacional de mariguana está creciendo y la heroína se ha vuelto el nuevo producto de exportación del cártel, sin menospreciar el incremento en la producción y tráfico de metanfetaminas.

Es decir, el negocio del narcotráfico evoluciona, se diversifica y los incentivos económicos para entrarle son todavía demasiado atractivos.

Estoy convencido de que más allá de razones sociológicas y culturales, el narcotráfico se arraigó así de fuerte en Badiraguato porque el Estado dejó vacíos que el crimen organizado llenó poco a poco con dinero y violencia: servicios públicos, educación, protección y “justicia”.

Pero también creo firmemente que la principal razón es económica: mientras las drogas sigan siendo ilegales los incentivos para lucrar con ellas seguirán siendo más grandes que los de otras actividades económicas. Además, es importante señalar que muchos de los campesinos que cultivan mariguana y amapola son obligados a hacerlo por lo criminales. Cuando se resisten son asesinados o desplazados.

Agradezco profundamente el simbolismo narrativo que implica que un Presidente venga a Badiraguato para pedir que no se siga estigmatizando a sus habitantes, la gente que ahí vive merece ser atendida y reconocida más allá de la etiqueta que las narcoseries y el mass media les han impreso con tinta indeleble.

Pero me parece que los programas anunciados por López Obrador, aunque necesarios, resultarán insuficientes si no avanzamos de manera paralela en la regulación de las drogas.

Posponer una mejor política pública en materia de drogas es seguir condenando a Badiraguato y otros municipios similares del país a la marginación y la violencia.

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