CNDH: las irregularidades que se acumulan
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El espectáculo ofrecido por los integrantes de la Cámara de Senadores para imponer (difícil decirlo de otra forma) a Rosario Piedra Ibarra como nueva titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ya era suficientemente bochornoso y tendría que haber obligado a la designada a declinar la invitación al cargo.
En las últimas horas, sin embargo, se ha sumado al escándalo de su designación el descubrimiento de un dato que ha sido reconocido por la propia ombudsperson: ella está impedida para ocupar el cargo debido a que forma parte del máximo órgano de dirección de Morena, el partido en el que milita y del que fue candidata el año pasado.
Tal circunstancia actualiza uno de los impedimentos de la Ley de la CNDH, específicamente el contenido en el numeral IV del artículo 9, que inhabilita para el cargo a quien haya desempeñado “cargo de dirección nacional o estatal en algún partido político en el año anterior a su designación”.
De acuerdo con la propia Rosario Piedra, apenas hace unos días solicitó licencia a su posición dentro del Consejo Nacional de Morena, con lo cual se actualiza la hipótesis referida.
El desaseo del proceso de designación llevó ayer a cinco integrantes del Consejo Consultivo de la CNDH a renunciar a sus cargos, refiriendo el hecho de que la llegada de Piedra Ibarra ha demolido la autonomía que la institución requiere para cumplir con su cometido.
El presidente López Obrador minimizó ayer el hecho, e incluso tuvo palabras despectivas para uno de los hoy exconsejeros de la Comisión, el activista Alberto Athié, cuya trayectoria menoscabó simplemente porque dijo que él no estaba enterado de ella.
La secuela del zafarrancho en el pleno del Senado tan sólo contribuye a que la designación realizada, por mucho que Rosario Piedra tenga tras de sí una trayectoria como activista –por ser hermana de un desaparecido–, ha sido un desacierto del partido en el poder.
Lo peor de todo es que la propia Rosario Piedra no sea capaz de comprender que su arribo a la institución tiene todo el tufo de los vicios que ella y su partido dicen querer erradicar del País y, por ello mismo, demuele de forma automática su propia trayectoria.
El académico Mauricio Merino ha dicho, respecto del arribo de López Obrador a la titularidad del Poder Ejecutivo, que el 1 de julio del año pasado el país perdió un magnífico líder opositor, pero aún no ha ganado un buen Presidente.
En línea con esta idea, lo que hasta ahora puede verse en torno a la nueva ombudsperson es que lo hecho por el Senado de la República equivale a que la sociedad civil –y las víctimas de abusos por parte del poder– hayan perdido una espléndida activista, pero nunca termine de ganar una buena funcionaria pública.
Y es que la mancha de origen, parece bastante claro, es imposible de lavar.