¿Cómo aplico el dar y recibir en mi vida?

Politicón
/ 2 marzo 2018

Dar es dar con la mirada, dar con el tiempo, dar escuchando a alguien, de esa manera crecemos en nuestra trascendencia en Dios

Existe un sin fin de leyes naturales y universales sobre la abundancia. Las creencias que tengamos sobre el dar y recibir, son fundamentales para las decisiones que tomemos o dejemos de tomar en cada circunstancia que se nos presenta en nuestra vida. Nuestra filosofía personal sobre el dar y recibir, es fundamental para el eco que dejamos y la vida que construimos.

Mi mamá me compartió esta reflexión que extrajo de su Misal, que me parece más que acertada para analizar cuáles son nuestras disposiciones referentes a esta ley pero desde un trasfondo espiritual. Deseo compartírselas porque considero que hay mucho para desmenuzar y aprender de ella. “Cuando Jesús insiste en que vayamos más allá, en la vivencia de la justicia, del perdón y del amor, en el fondo nos regala la posibilidad de dar y recibir a lo divino.

Dar y recibir está al centro de nuestro yo. Nuestra estabilidad psicológica y espiritual, nunca estará completa sin este ejercicio. Pero ahora se nos presenta de una manera única y trascendente. Parece que nuestra vida pende de esta realidad. La compasión, la prudencia, la indulgencia y el perdón son actitudes del amor con las cuales trascendemos. Más allá de ser virtuosos, se trata de abrir las puertas a la abundancia que nos viene de Dios; al ejercer estos aspectos del amor, abrimos las puertas al amor que nos viene de Dios. Dar y recibir es divertido y esperanzador. Pero sobre todo es la posibilidad de crecer en Dios. Si hemos recibido una medida buena, apretada, remecida y rebosante, ¿por qué no dar a manos llenas? Si no la hemos recibido, empecemos por dar; sobre todo en el amor en cualquiera de sus expresiones y veremos que nuestro equilibrio psicológico, afectivo y espiritual se afirma con toda clase de riquezas.

La misericordia y el perdón son cualidades de Dios; si nos esmeramos en reflejar esta imagen suya, nos realizaremos plenamente. La vida cotidiana nos presenta dos caminos: la oportunidad de vivir la misericordia o la desgracia de empobrecernos en nuestro egoísmo y mezquindad. Abramos nuestras manos para dar… y recibir.” Dar no es solamente dar dinero. Hace unos días una amiga me contaba que ella creía que era la única persona que le bajaba el vidrio al que vendía periódicos cerca de su casa para saludarle. Y estoy convencida que eso es una forma de dar amor, aliviando la soledad de otros. ¿Doy para vanagloriarme? ¿Doy para controlar a mi familia? ¿Doy para que vean qué generoso soy? Esas no son formas de amor, son muestras de control y de soberbia.

La abundancia comienza cuando hay un corazón dispuesto a dar, un deseo, una intención de corazón hacia un bien. El dar engendra el recibir y el recibir engendra el dar. Lo que hay que buscar es mantener una intención de crear felicidad al dar, y crear felicidad al recibir, porque la felicidad que Dios da es la que sustenta la vida y por lo tanto la abundancia. Dar y recibir es la ley que mueve todo corazón humano, la ley que hace que las bendiciones de Dios fluyan en nuestra vida; la ley que nos permite abrir las puertas al amor de Dios. Tomemos la decisión de dar en todo momento; a dónde vayamos, a quien quiera que veamos. Es impactante cómo cuánto más damos, más recibiremos. Así que… ¿Qué le das a tus padres? ¿Qué le das a tus hijos? ¿Qué les das a tu familia? ¿Qué les das a los que trabajan contigo? ¿Qué les das a las personas con las que te topas en el día a día? En tu dar, estará lo que recibas, tarde o temprano.

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