Construyendo dictaduras

Politicón
/ 3 abril 2020

A lo largo de la historia ha existido un buen número de dictaduras notables distribuidas en prácticamente todas las regiones del mundo. Recuérdese las de Hitler en Alemania, de Mussolini en Italia y de Franco en España; a las dictaduras de Perón en Argentina, de Pinochet en Chile, de Fidel Castro en Cuba, y todavía vigente la de Chávez-Maduro en Venezuela. En México destaca la de Porfirio Díaz que se mantuvo en el poder durante 30 años.

Las dictaduras pueden ser de derecha o de izquierda, moderadas o radicales. Pueden llegar por la vía democrática o por golpes de estado, pero todas presentan una característica fundamental, esto es, la concentración del poder en torno a la figura de un solo individuo o partido político que gobierna con poder total, sin limitaciones, con la facultad de promulgar o cambiar leyes o de crear o desaparecer instituciones a su voluntad.

Las dictaduras llegan al poder aprovechando coyunturas socioeconómicas y políticas que les son favorables, ya sea por malas decisiones, desprestigio o corrupción del gobierno y partido en el poder, o por la desigualdad en la distribución del ingreso y la pobreza de amplios sectores de la población. Los aspirantes a dictadores lanzan un discurso populista centrado en la necesidad de terminar con las desigualdades y, por lo tanto, acabar con los “malos”, los que tienen postrada a la nación, aquellos que se han enriquecido a costa del empobrecimiento del pueblo.

En ocasiones, los malos son identificados de manera específica, como el imperialismo yanqui o gobiernos corruptos. En otras, los malos son seres o grupos en abstracto como los ricos, la burocracia privilegiada, los reaccionarios y conservadores, o alguna etnia. Se construye así un discurso de odio y división: los buenos y los malos, los ricos y los pobres, el pueblo contra aquellos que lo tienen marginado. Se establece una lucha de clases con el propósito de acabar con las desigualdades como estrategia para tomar el control absoluto del poder que caracteriza a las dictaduras radicales. Este discurso se mantiene reiteradamente mientras permanece la dictadura.

Para mantenerse en el poder las dictaduras acuden a patrones muchas veces repetidos. Inician con el control político electoral de las masas, mediante amplios programas de distribución de recursos monetarios o en especie, en apoyo al ingreso familiar. El control del congreso y del poder judicial es esencial para reformar, crear o desaparecer leyes e instituciones que les permitan extender sus mandatos. De importancia toral es el control de los medios de comunicación, ya sea mediante la descalificación de la crítica, o la creación de sus propios canales para difundir constantemente su proyecto de gobierno, sus logros y el discurso de odio y división. No menos importante es el control de los sectores productivos y dirigentes de trabajadores mediante de esquemas de premios y castigos. Finalmente, el control del Ejército es fundamental para prevenir o sofocar cualquier intento de sublevación.

El dictador presenta una serie de características personales que frecuentemente se repiten de unos a otros. Es un personaje con hambre insaciable de poder, un megalómano que cree conocer de todo y se siente superior a los demás. Es un mentiroso compulsivo y manipulador convencido de tener la verdad, por lo que rechaza o descalifica a todos a aquellos que no están de acuerdo con él. Al dictador le resulta muy complicado adaptarse a las normas establecidas, a las leyes, a los derechos individuales, al respeto a las instituciones y al estado de derecho. Es ególatra y narcisista con una necesidad imperiosa de culto y veneración de sí mismo. Se considera el salvador de la patria.

En ocasiones las dictaduras permiten crear, en una primera etapa, estados fuertes con economías pujantes que les permiten mejorar las condiciones de vida de la población. Pero al final todas acaban en un desastre. La economía se derrumba, colapsa la estructura productiva, se detiene el crecimiento económico, se debilitan las instituciones, la corrupción se magnifica, se limitan la libertad de expresión y las garantías individuales, se empobrece la gente, se pierde el estado de derecho y aparece las ejecuciones y la desaparición de aquellos que se manifiestan en contra del régimen. En el mejor de los casos se presenta una emigración masiva de la población en busca de mejores oportunidades de vida.

La posibilidad de surgimiento de gobiernos populistas y nuevas dictaduras siempre estará presente. Para evitarlo es necesario combatir las causas que las propician, como son la concentración de la riqueza en unos cuantos y la pobreza de muchos, la corrupción y las prácticas antidemocráticas. El logro de estos propósitos requiere necesariamente la participación activa y organizada de la población para exigir el regreso de la ética política y el respeto del estado de derecho.

 

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