Días profundos

Politicón
/ 22 marzo 2016
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Algunas embarcaciones no lo advierten.

Llegan a navegar en mar profundo sin saberlo. Siguen cumpliendo sus tareas ordinarias. En la vida también hay profundidades que se navegan sin advertencia. En el mundo eclesial de la fe hay un ciclo litúrgico. Es como una universidad de la verdad revelada. Tiene dos cumbres: la Navidad y la Pascua y dos ascensiones: la de del Adviento y la de la Cuaresma.

Dentro de la Semana Mayor -en la que desemboca la Cuaresma- está el triduo sacro: jueves, viernes y sábado para llegar a la cumbre del domingo de Pascua en que  estalla la alegría por la resurrección del Salvador, que había sido crucificado, muerto y sepultado.

Hay un evento adelantado en nuestra Diócesis. La misa crismal se celebra  el miércoles, en Catedral, al mediodía, por el Obispo con su presbiterio, representantes laicos de todas las parroquias, comunidades consagradas y pueblo de bautizados. Este Año de la Misericordia se peregrina desde el templo de San Juan Nepomuceno hasta la Catedral para trasponer la puerta santa y ganar la indulgencia del Año Jubilar.

El jueves tiene un rito especial en que se celebra la institución del sacramento de la Eucaristía, del sacerdocio, del mandamiento nuevo de amar como Cristo nos amó, se actualiza el lavatorio de los pies de los apóstoles por su Maestro y se instala el gran silencio. Durará hasta el sábado. Quedan los monumentos en templos y hogares para visitar la presencia divina hasta altas horas de la noche.

El viernes hay un oficio centrado en la oblación  de Cristo en su sufrimiento y muerte en la cruz. Se hacen plegarias universales, los asistentes besan la cruz y sin consagración en este día, la comunidad se acerca a comulgar las hostias consagradas el día anterior.

El sábado solo es de gloria desde el canto de alegría de la vigilia pascual.

El cirio, la luz, el pregón pascual, la Palabra proclamada y el agua con la renovación de la alianza bautismal y la comunión eucarística son signos en esta gran Vigilia anual.

Son días profundos de conversión y renovación, de gozo y celebración. 

¡Cristo ha resucitado!, se proclamará, ¡Cristo vive!  con promesa de vida eterna para quienes lo sigan en el camino de su  vida y de su Pascua...

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