Don Nazario

Politicón
/ 17 junio 2016
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Conocí a don Nazario González en el año 2000. Fue a solicitarme que le ayudara a constituir una Sociedad Cooperativa. Tenía muchos problemas con sus compañeros ejidatarios. Sus proyectos no los apoyaban. El presidente del comisariado ejidal le ponía todo tipo de trabas. Él se dedica a aprovechar el maguey. Obtiene aguamiel, miel, pulque, alimento para ganado, y por la forma en que lo cultiva, le permite cuando llueve, cosechar agua y sembrar maíz y frijol. El agua la aprovecha de un arroyo. Mediante un gavión, aguas arriba, desvía agua hacia su parcela de magueyes, por una acequia que su familia construyó, tiene poco mas de tres kilómetros de distancia. En un terreno inhóspito está su cultivo de maguey,  abarca varias hectáreas. Es un ejemplo de desarrollo en el campo. En un terreno con un índice de agostadero de una cabeza de ganado por unas 60 hectáreas, con el maguey puede criar vacas y marranos.

Con los miembros de su familia constituyó la Cooperativa y a la vez apuntaló una pequeña empresa familiar que comercia sus productos, mismos que obtiene del maguey, en las panaderías que elaboran el pan de pulque en esta región del sureste de Coahuila y en la ciudad de Monterrey. Don Nazario es un especialista en el manejo y el aprovechamiento del maguey. Conoce cada uno de sus magueyes. Se comunica con ellos. Existe una profunda comunión entre sus magueyes y él. En una ocasión de visita en su parcela, me otorgó la oportunidad de estar en el momento en que un grupo de estudiantes de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro llegaron a recibir una clase de manejo del maguey de parte de don Nazario.

Les explicó la forma de cultivarlo. La parcela funcionó en ese momento como una especie de aula extendida. Con un maestro, como don Nazario, formado en el trabajo diario, en la experiencia del proceso de trabajo para hacer desarrollar sus magueyes adquirió los conocimientos que este proceso de trabajo-aprendizaje pone en juego. En el trabajo desarrolló sus capacidades intelectivas. Y esta experiencia acumulada fue la que les transmitió el maestro-ejidatario Nazario González a los estudiantes de agronomía y a los profesores que los acompañaban. Les comentó, en campo abierto, bajo un esplendoroso sol, que después de que recolecta los hijuelos de los magueyes, mismos que nacen alrededor de una planta adulta, los planta en su parcela para reponer los magueyes que mueren. 

Al nacer el quiote, el maguey muere, pero revive en muchos hijuelos que permiten acrecentar la parcela, al cultivarlos. Don Nazario les explica la forma de aprovechar al máximo esa planta. Las pencas las utiliza como forraje para el ganado. Otras pencas las vende a los que hacen barbacoa de pozo. Todo lo aprovecha. Les platica con una paciencia impresionante, a pausas, con silencios, como en oleadas, se detiene un poco para agarrar fuerza. Y luego les habla de las enfermedades del maguey y de la manera de combatirlas. Fue una gran charla.

Nos habló de cómo su papá le enseñó en el campo, en el proceso de trabajo mismo, lo que a él le había enseñado el abuelo de don Nazario. Sin decirlo, nos mostró cómo él sigue luchando para conservar las tradiciones que nos legaron los tlaxcaltecas que llegaron a esta región y trajeron con ellos el maguey. Don Nazario ha mantenido y hecho crecer su empresa familiar. La parcela de maguey, que empezó con 20 hectáreas, ahora ya casi llega a 80 con el apoyo de sus hijos. Nos platicó su propio proceso de distribución y los mecanismos de comercialización que él y su familia llevan a cabo. Esta empresa es una muestra de cómo se puede constituir una empresa rural exitosa en medio del semidesierto, aprovechando lo que la naturaleza nos proporciona, dando el brinco desde la recolecta hasta la comercialización. Desarrollando en los hechos una empresa integradora. Don Nazario es también un prodigioso gestor de sus pequeños proyectos familiares. Sin duda, como E. F. Schumacher tituló su libro “Lo pequeño es hermoso”. Lo que ha desarrollado don Nazario es lo que se conoce como tecnologías apropiadas. 

Sobre la carretera de Saltillo hacía Torreón, antes llegar a la primer caseta, tiene una venta de miel de maguey y aguamiel. Él vive en el ejido Puebla con su familia. Cuando le preguntan sobre su experiencia en el campo, contesta de manera poética: “El desierto sí contesta”.
 
              jshv0851@gmail.com

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