El eclipse de Raúl Cervantes
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Un solo lustro de respaldo político absoluto le permitió a Raúl Cervantes ser un poderoso integrante del Senado, presidente del mismo, firme candidato a ministro de la Corte, procurador general de la República y aventajado prospecto para convertirse en el primer fiscal general, con un mandato transexenal de nueve años. Todo eso se ha desvanecido.
Ahora que su estrella entró en un periodo menguante, el desgaste público y personal han hecho a Cervantes solicitar en privado un relevo en su cargo, lo que en las próximas semanas dará paso al cuarto titular de la PGR en el actual sexenio.
Debe asumirse que el todavía procurador no desea ser responsable de cerrar los expedientes del actual gobierno en múltiples temas, lo que va desde los procesos contra una docena de ex gobernadores hasta los casos de violaciones graves a derechos humanos en el contexto de la lucha contra el crimen organizado.
Cervantes, de 54 años, querría rescatar algo de honra propia ante esa olla de ácido que siempre ha sido la PGR. Se le atribuye a Diego Valadés, ex procurador, catedrático, la frase de que para estar al frente de la Procuraduría se requiere ser "un jurista con prestigio… que esté dispuesto a perderlo".
Algo debe haberse atorado en la transición política mexicana, pues en la última década el promedio de estadía de los procuradores generales ha sido apenas de 18 meses. Cervantes estará incluso por debajo de ese lapso: el próximo día 26 cumplirá un año en el puesto.
Sus dos antecesores en la presente administración, Arely Gómez y Jesús Murillo Karam, duraron respectivamente, 19 y 26 meses. Con ello se acercaron a la media para los procuradores desde 1997, que ha sido de dos años y tres meses. Eso dibuja a una PGR enferma, si no es que podrida. Cuando cada nuevo titular apenas intenta cambios, es arrojado a la misma puerta giratoria por la que entró.
En febrero pasado, Cervantes presentó ante el Senado un diagnóstico crudo sobre la inoperancia de la PGR, lastrada por una cultura centenaria que la pone al servicio no de la justicia, sino del mandatario en turno, sea del partido que sea.
Pero el informe de Cervantes (http://www.senado.gob.mx/sgsp/gaceta/63/2/2017-02-16-1/assets/documentos/INFORME_PGR.pdf) no va tan lejos. Interpretado en su momento como una plataforma de lanzamiento para ser fiscal general, el documento alerta sobre el rezago de la Procuraduría y de sus similares en todo el país, en el contexto de la reforma al sistema de justicia penal, aprobada en 2008. Habla de saturación, con casi 70% de asuntos sin resolver y 80% de investigaciones abiertas sin detenido; inadecuada arquitectura institucional; casi inexistente capacitación para Ministerios Públicos, policías y peritos; desbocada corrupción interna.
Primo de Humberto Castillejos Cervantes, el poderoso ex consejero jurídico de la Presidencia que en junio pasado se separó del puesto para estar en condiciones de ser elegible como ministro de la Corte, Raúl Cervantes derivó de tal parentesco un valioso activo político. Castillejos fue, y en cierta medida sigue siendo, el operador de los temas jurídicos que le importan a la administración Peña Nieto, sea en la Corte, o en el Congreso, donde el pasado día 3 fue reelecto como presidente del Ifetel Gabriel Contreras, un protegido del ex consejero presidencial.
Raúl Cervantes no desperdició la oportunidad, pero por donde pasaba sembraba tormentas. Su escaño en el Senado fue rigurosa aduana para todo tema ligado a la justicia. Luego vino la presidencia de la Cámara (2013-2014), cuando se comportó como un santón inaccesible. Al terminar esa encomienda se separó del puesto con la certeza de que tenía al alcance de la mano la silla de ministro. Castillejos lo promovió en el Senado tan intensa como infructuosamente. Pero desde la Corte misma llegó un veto, pues Cervantes seguía siendo senador, aun cuando tuviera licencia y era, por ello, inelegible.
Por si hiciera falta, mientras se esperaba la definición de quién relevaría a los ministros Olga Sánchez Cordero y Juan Silva, una vieja pesadilla de Cervantes volvió a cobrar vida: en abril de 2015, la empresaria Angélica Fuentes, con quien estuvo casado durante un año, declaró en medios que durante su matrimonio la había golpeado estando alcoholizado, incluso intentado estrangularla. Ella dijo haber presentado en ese entonces una denuncia penal, con fotografías de las lesiones recibidas.
El más reciente episodio en el eclipse de la estrella del procurador Cervantes fue la revelación de que tiene registrado a su nombre un automóvil Ferrari, lo que trajo también a la luz pública su larga debilidad por los autos lujosos, en la que ha incurrido desde que era un exitoso abogado privado, siempre cercano al PRI, lo que ya lo ha llevado dos veces a una diputación plurinominal.
Pero ahora vive horas bajas, se halla a punto de retomar su escaño. Sin duda, será un regreso sin gloria.
Correo: rockroberto@gmail.com