El necesario periodismo de Reforma
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Nos dice Yascha Mounk que tres han sido hasta ahora las condiciones de validez del sistema democrático liberal: el papel dominante de los medios de comunicación masivos, el aumento sostenido en el nivel de vida de la población y el carácter monoétnico de la mayoría de las democracias del mundo.
Esas tres condiciones se encuentran ahora en entredicho y el populismo lo aprovecha.
Por eso quiero referirme hoy a la primera condición (el papel de los medios) y su relación con la permanente descalificación que Andrés Manuel López Obrador viene haciendo del trabajo periodístico de Reforma.
Lo que puso en jaque a los medios tradicionales no ha sido internet sino una segunda innovación que éste hizo posible: las redes sociales. Facebook y Twitter lograron que la comunicación dejara de ser monólogo de “uno a muchos” para convertirse en un diálogo de “muchos a muchos”.
Las redes sociales no son buenas ni malas en sí mismas y, aunque tienen intereses económicos como el resto de los medios, pueden ser bien usadas o mal usadas. Fueron bien utilizadas en la Primavera Árabe para luchar contra la dictadura y mal usadas en la elección estadunidense para hacer que Trump ganara. “Lo que hacen las redes sociales –insiste Mounk, es cerrar la brecha tecnológica entre quienes están “dentro” del sistema y quienes están “fuera” de él”.
La democratización de la información llegó para quedarse y no hay vuelta atrás, pero encierra un peligro: la función de vigilancia y escrutinio del periodismo se debilita. Como la gente prefiere leer, ver y escuchar lo que coincide con sus creencias que aquello que las cuestionan; desconfía de medios y periodistas que no le dicen lo que le gusta. Y eso lo saben mejor que nadie los políticos.
Es justo lo que hace el presidente López Obrador cuando ante la denuncia de intimidación de un medio crítico, como Reforma, lo descalifica y lejos de argumentar sobre el fondo (¿si la intimidación existió o no?) prefiere atacarlo por su “origen salinista”, su línea editorial “conservadora” y su “falso” combate a la corrupción.
El Presidente lidera el ataque “con todo respecto” y sus huestes en redes sociales responden prestas al llamado. Desde el insulto sostenido hasta el llamado al boicot comercial y a no “suscribirse” al “periódico de Salinas”.
Reforma respondió desde sus páginas y sus redes con profesionalismo y contundencia. Publicó un video sin desperdicio que muestra decenas de portadas que ejemplifican su talante crítico sin distingo y el nivel de sus investigaciones desde su fundación. Como bien dijo René Delgado: el periodismo de Reforma está ahí, impreso con letra de molde.
Y si hubiera duda de su capacidad periodística vale recordar también que las pocas veces que la agenda mediática nacional no se define desde la mañanera de AMLO, es porque Reforma ha ido un paso adelante: el “depa” en Houston de Sánchez Cordero, por ejemplo.
La profesionalización del periodismo mexicano se explica de muchas maneras en el trabajo de Reforma. De ahí han surgido generaciones de periodistas que luego emprendieron otros proyectos que ahora son referente nacional. Todos reconocen la calidad y el rigor de esa casa editorial.
Eso no significa que Reforma no cometa errores ni se equivoque. Como todo medio de comunicación es falible. Y dada la coyuntura política deberá ser cada vez más cuidadoso para evitar ponerse vulnerable ante un Presidente que le mira como adversario.
El periodismo de Reforma no es perfecto, pero es necesario. Porque toda democracia que aspire a consolidarse necesita medios de comunicación sólidos, independientes y críticos. No es fácil en estos tiempos, el modelo de negocios cambia y las audiencias premian el clickbait y no el buen contenido. Elegir lo segundo, como Reforma, es una apuesta estratégica y de negocios sumamente arriesgada pero vale la pena.
En fin, puede usted leer o no Reforma. Puede creer que López Obrador tiene razón o puede estar en desacuerdo. Lo que no puede, o no debe, es juzgar a un medio si no lo lee, si no lo conoce, si no ha validado su periodismo. Ese que Reforma lleva décadas haciendo sin el auspicio enorme de la publicidad oficial que otros han recibido a montones: Televisa, Tv Azteca, Excélsior, El Universal y que ahora están muy cerquita del Presidente… como siempre.
Se equivoca el presidente López Obrador al atacar a Reforma. Lleva apenas 100 días en el Gobierno de un país que puso todas sus esperanzas de cambio en él y por eso le mantiene en la cima de la popularidad.
Un país que apenas crecerá uno por ciento este 2019 y en el que ayer mataron a 15 personas en un bar de Salamanca, Guanajuato. Le convendría recordar la advertencia de Orwell: “Quien está ganando en este momento, siempre nos parecerá invencible”.