El poder de la palabra y las letras. Elena Poniatowska y García Márquez

Politicón
/ 19 mayo 2020

Fue en abril del año 1997 cuando –reunidos en la “tierra colorada” de Ramón López Velarde– lingüistas, escritores, editores, periodistas y profesores de todo el mundo discutieron y plantearon soluciones comunes para el desarrollo armónico de la lengua española. Convocados por el Instituto Cervantes de España, asistían al I Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Zacatecas y ahí, entre adjetivos, sustantivos, verbos, adverbios, pronombres y preposiciones, intentaron construir un cristal más transparente para contemplar el mundo a través de “El poder de la palabra”.

Los invitados como ponentes en la ceremonia inaugural no podían ser mejores: Octavio Paz, Camilo José Cela y Gabriel García Márquez, los tres ganadores del Premio Nobel de Literatura y tanto Cela como Paz, acreedores también del Premio Cervantes de Literatura en Lengua Castellana. La participación del gran Gabo es memorable, pues dijo y cito textual: “A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: ¡Cuidado! El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: ¿Ya vio lo que es el poder de la palabra? Ese día lo supe”.

Creado en 1976, el Premio de Literatura “Miguel de Cervantes” es el máximo reconocimiento que otorga el Instituto que lleva el nombre del “Manco de Lepanto”, y que está dedicado a distinguir la labor creadora de escritores españoles e hispanoamericanos que han enriquecido a la lengua española. La lista de escritores ganadores del “Premio Cervantes” es tan prolífica que significa la clara evidencia de la importancia del Premio para la cultura en español. Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Ernesto Sabato, Mario Vargas Llosa, el recién fallecido Álvaro Mutis y de México a Octavio Paz, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco y la gran Elena Poniatowska, apenas la cuarta mujer y la primera mexicana en obtener el Premio.

Descendiente de Stanislaus Augusto Poniatowski, último rey de Polonia. Nacida en Francia, educada en una escuela primaria británica en México y en una secundaria católica en los Estados Unidos, Hélène Elizabeth Louise Amelie Paula Dolores Poniatowska Amor, también conocida como Elena Poniatowska, nació un día como hoy, pero de 1932. Elenita es una mujer apasionada, socialmente consciente. Autora de “obras emblemáticas que describen el siglo XX desde una proyección internacional e integradora”, según el acta del jurado del Cervantes, es “una de las voces más poderosas de la literatura en español”.

Poniatowska es una mujer de gran compromiso con la izquierda en México y ha sido una cronista de los principales movimientos sociales del País. Su obra ha hecho referencia puntual a ellos, en especial al movimiento de 1968. A través del poder de sus letras y sus palabras, Poniatowska ha capturado el dolor, la pobreza y los desafíos de los mexicanos. Su principal obra podría en mi opinión calificar como la de una escritora de literatura testimonial.

Siendo aún niño, me encontré en los estantes de la biblioteca familiar con un libro que me llevó a entender lo que sucedió un 2 de octubre que no se olvida.

Era “La Noche de Tlatelolco”, libro que guardo con recelo porque mis hijos deberán recordar lo que jamás puede volver a pasarnos como nación. Destacable en la obra de Poniatowska está “El Universo o Nada”, la biografía del astrónomo Guillermo Haro, su esposo fallecido en 1998. Se trata de un libro que da un amplio paseo por la ciencia y la cultura mexicana del siglo 20.

Pero después de 32 libros publicados, de recibir varios Doctorados Honoris Causa, de ganar el Premio Rómulo Gallegos; el Premio Xavier Villaurrutia por “La Noche de Tlatelolco”, que ella rechazó; el Premio Mazatlán de Literatura por “Tinísima”; y el Premio Alfaguara de Novela 2001 por “La Piel del Cielo”, la gran Elena Poniatowska, que no pierde su sencillez, cuenta que el día que recibió la llamada que le anunciaba había obtenido el Premio Cervantes, fue al teléfono y literalmente dice: “Me caí de la cama por la noticia”. Ese es el poder de la palabra.

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