En clave turística TLCAN y turismo
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Tras un proceso de prácticamente un año, ha concluido una ronda más de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y sería factible pensar que se está más cerca del final y que, como parte normal de un proceso de negociación nadie ni gana todo, ni pierde todo… se habrán dado condiciones y se habrán obtenido ventajas.
Tampoco es de extrañar que, como parte del proceso, una de las partes tienda a actuar con estridencia buscando amedrentar al otro, por más que este tipo de tácticas no sean recomendables en una negociación con socios y vecinos que mantendrán sus relaciones en el largo plazo.
Anotando que es claro que esta no es solo una negociación comercial, sino que tiene fuertes ingredientes de geopolítica y de las circunstancias de política interna de cada uno de los tres actores que están sentados a la mesa. De esta forma, por más que los negociadores profesionales sean meticulosos y realicen su trabajo de acuerdo con sus agendas, este tratado no deja de correr el riesgo de descarrilarse en algún momento.
A todo esto, cuando pienso en el comportamiento de la industria turística en el marco de esta compleja negociación, no dejo de tener en mente una de las aventuras de Sherlock Holmes, en la que Sir Arthur Conan Doyle relata lo que sucede en el robo de un caballo llamado Silver Blaze, en dicho episodio lo que más llama la atención del sagaz detective es lo que hizo el perro en el momento del hurto… y es que el perro no había hecho nada.
Así, y permitida la licencia detectivesca, debemos destacar que lo que más llama la atención de las posiciones de la industria turística en el marco de la renegociación del TLCAN es que lo que ha dicho es, en resumidas cuentas, nada.
Es evidente que esta actitud, más bien pasiva, de una industria fundamental para el desempeño de la balanza de pagos por su capacidad para captar ahorro externo, que al cierre de 2017 reportará un ingreso de divisas de alrededor de 21.5 miles de millones de dólares (mmdd), con un formidable saldo positivo de más de 10.6 mmdd que contrasta y contribuye a compensar los déficit registrados en el mismo año por la balanza comercial (10.9 mmdd), la balanza petrolera (18.4 mmdd) y la balanza manufacturera (1.1 mmdd —estimado—), responde y está vinculada con la propia naturaleza del turismo, cuyas inversiones y procesos comerciales son más bien abiertos, incluso desde antes de que la economía mexicana entrara en una dinámica aperturista.
Si bien han existido y existen en distintas latitudes restricciones al libre flujo de los visitantes internacionales, es absolutamente posible afirmar que con más de mil 322 millones de llegadas de turistas internacionales anuales, el turismo discurre por un discurso más bien opuesto al del proteccionismo impulsado por los otrora campeones del libre comercio (Estados Unidos y el Reino Unido).
En todo caso, y en relación con estos dos países, no deja de llamar la atención que el primero ha tenido una demanda creciente de viajeros foráneos luego del Brexit, en buena medida impulsada por un debilitamiento de la libra esterlina; en contraste, el conjunto de medidas adoptado por el gobierno del vecino país del norte con un marcado sesgo xenofóbico habrá de costarle, tan solo en 2017, alrededor de unos 6 mmdd, por la pérdida de un 3% de sus ingresos turísticos internacionales.
Aunque las posiciones que ocupan los países en los rankings de la Organización Mundial del Turismo no han sido completamente definidas, con la más reciente publicación del Barómetro Turístico es posible adelantar que México, sin duda, avanzará desde el octavo sitio alcanzado en 2016 por lo que se refiere a la llegada de turistas internacionales, al menos un lugar y no sería extraño que, incluso, se situara, por vez primera en la historia, en el sexto sitio.
De igual forma, es prácticamente un hecho que habrá de retroceder, al menos, una posición en lo que se refiere a los ingresos por visitantes internacionales, desde el sitio 14 en que se ubicó en el año antepasado.