Jornada laboral y la crisis de salud mental
Ser improductivo en un mundo cada vez más competitivo implica que para sobresalir tendríamos que pasar muchas más horas en el trabajo
Hace 10 años los colegas de Kenji Hamada llegaban a su lugar de trabajo cuando lo encontraron tirado bajo su escritorio. Asumieron que se había tomado un tiempo para descansar y dormir un poco, pero al paso de las horas, y al ver que no reaccionaba, se dieron cuenta que estaba muerto. Su corazón no aguantó, y a los 42 años murió de un paro cardiaco.
Miwa Sado, de 31 años, era una reportera de la cadena japonesa NHK. Un día de julio de 2013 fue encontrada muerta en su departamento; su mano seguía aferrada a su teléfono celular. La causa: una falla cardiaca. Su corazón se había debilitado al punto que no tuvo fuerza suficiente para bombear sangre. Miwa había registrado casi 209 horas extras durante su último mes de vida, aproximadamente 7 horas adicionales a su jornada normal.
Kenji y Miwa son dos víctimas de karoshi, palabra japonesa que literalmente significa muerte por exceso de trabajo. Karoshi ha matado a cientos de personas desde 1969 cuando se tuvo el primer caso registrado. En 2015 fueron al menos 185 víctimas. La cultura de trabajo tóxica del Japón, que en teoría implica trabajar 40 horas por semana y un total de 45 horas extras por mes, es sistemáticamente ignorada por jefes y empleados. En una cultura que te evalúa por las horas que pasas en la oficina, o conectado fuera de ella, hace casi imposible cualquier esfuerzo por hacer que las personas tomen un descanso. Mucho decir sería que vivieran una vida balanceada.
Li Ming trabajaba para la empresa tecnológica china Foxconn. El 6 de enero de 2017, a la edad de 31 años, decidió saltar al vació de uno de los edificios de la empresa en la ciudad de Zhengzhou. Murió de manera instantánea. En 2009 se había registrado el primer suicidio de un trabajador relacionado con dicha empresa y para 2010 ésta se vio envuelta en 14 casos más, casi todos con el mismo modus operandi. En 2011 Foxconn llegó al extremo de instalar redes alrededor de los edificios con la idea de prevenir los suicidios. Aunque la estadística bajó, los casos se siguieron presentado.
Resulta muy aventurado hacer juicios sobre las razones que Kenji o Miwa tuvieron para ignorar su decadente estado de salud sin poder imaginar que un día caerían fulminados, o concluir sobre el por qué Li decidió saltar para acabar con su vida. Sin embargo estos casos reflejan una crisis de salud mental que se ha ido recrudeciendo con el pasar de los años.
El pasado 10 de octubre se conmemoró el día mundial de la salud mental cuyo objetivo es despertar conciencias para identificar, tratar y prevenir todos aquellos trastornos emocionales o de conducta que pueden ir desde imposibilitar a una persona para ser socialmente funcional hasta llegar, en un extremo, a causarle la muerte. Estos parecieran ser casos ajenos o lejanos, pero en nuestro país ya existe al menos un caso formalmente documentado de karoshi.
Según la OCDE, en 2015 México ocupó el primer lugar respecto al número promedio de horas trabajadas, con más de 2,200 pero con una productividad de 20 puntos sobre 100. En contraste, Luxemburgo tuvo un índice de 95 puntos con alrededor de 1512 horas trabajadas en promedio por año.
Ser improductivo en un mundo cada vez más competitivo implica que para sobresalir tendríamos que pasar muchas más horas en el trabajo. Y una relación vida-trabajo fuera de balance es el caldo de cultivo perfecto para desarrollar sintomatologías y enfermedades relacionadas con el estrés que puedan tener repercusiones permanentes en nuestra salud física y mental.
Luchar contra una cultura laboral de este tipo pareciera ser una causa perdida. Sin embargo desde el ámbito personal podemos tomar algunas acciones que nos brinden un poco más de serenidad a nuestras ajetreadas vidas. Técnicas de relajación para combatir el estrés -como la meditación-, la práctica de algún deporte, una alimentación sana, métodos para el óptimo uso de nuestro tiempo y un soporte familiar adecuado pueden marcar la diferencia para mantener la sanidad mental que el mundo de hoy requiere.