La bala y el virus

Politicón
/ 9 febrero 2020
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Según el Centro para el Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, entre 2009 y 2010 la epidemia de gripe porcina (virus H1N1) infectó a alrededor de 60 millones de personas (rango de entre 43 y 89 millones) y mató entre 9 mil y 18 mil ciudadanos americanos. Un estudio de la misma CDC calculó que a nivel mundial murieron entre 150 mil y 575 mil personas durante el primer año del virus, muchas más de las 17 mil confirmadas con estudios de laboratorio.

Muchos de nosotros recordamos que en aquel entonces se señaló a México como la fuente de dicho virus y sufrimos en carne propia no sólo el cierre de escuelas y la disrupción de actividades cotidianas, sino comentarios y discriminación sólo por el hecho de ser mexicanos. Recuerdo que, en mayo de 2009, en mi oficina tuvimos que posponer viajes y cambiar reuniones presenciales por llamadas telefónicas porque nuestras contrapartes extranjeras, y especialmente los chinos, tenían fuertes reservas de reunirse con mexicanos dado el ruido que había generado la epidemia. El gobierno de Israel decidió apropiado nombrar la enfermedad como “la gripe mexicana”. En China, los mexicanos fueron puestos en cuarentena aun cuando tenían meses de no haber estado en México. Singapur prohibió que pasajeros mexicanos bajaran de cruceros que llegaban a ese país. El presidente francés pidió al Congreso europeo suspender vuelos comerciales con México. En ese entonces fue cuando aprendimos a lavarnos mejor las manos, a estornudar o toser en el codo y usar gel antibacterial. El gobierno de Felipe Calderón reaccionó adecuadamente, según recuerdo, decretando paros de labores y escuelas, campañas de información hacia adentro y de comunicación hacia afuera, procurando reducir el impacto que esta epidemia tendría en la marca “México”. Aun así, durante los 12 meses siguientes al brote del virus, hubo en México alrededor de 70 mil casos y mil 200 muertes, según cifras oficiales.

También en 2009 se registró el número récord de homicidios del México moderno: 19 mil 803; cerca del doble de los 10 mil registrados apenas tres años antes. Es decir, que ese año en el que las escuelas y las empresas pararon por una emergencia nacional y en el que tuvimos que ajustar muchas costumbres, hubo 16 veces más muertos por “balas” que por virus. Eventualmente, la mortalidad del H1N1 se fue reduciendo, pero no así la mortalidad de las balas, que subió hasta 26 mil en 2012 y llegando a cerca de 40 mil en 2019.

Y así estamos ahora con la novedad del famoso “coronavirus” de Wuhan, China. Los chinos tienen a medio país parado y a ciudades enteras sitiadas; el mundo empieza a reaccionar ya en serio con medidas de precaución y pánico. Las cadenas de suministro de industrias enteras están siendo afectadas y es probable que el mundo sea empujado a una recesión. No se sabe qué tan grave acabará siendo el virus y no se tiene confianza en la información que sale de China. Comentaba yo hace unos días en Twitter que, tomando en cuenta el tamaño relativo de cada país, para que el virus de Wuhan fuera tan mortal para la población de China como fueron las balas para México en 2019, tendrían que morir unos 382 mil chinos en 2020. Al momento en que escribo estas líneas, hay cerca de 700 muertes confirmadas en China. Tal vez sean números como estos, presentados junto a lo que se considera una epidemia con implicaciones globales, los que nos permitan dimensionar el tamaño del problema de la violencia en México, problema que en los últimos 10 a 15 años ha crecido sin control.

Difícil saber si es más peligroso caminar por las calles de Wuhan que por las de cualquier ciudad mexicana. Cuestión de enfoques.

@josedenigris

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