La economía de México, ¿va requetebién?

Politicón
/ 16 abril 2020

Que al País le vaya bien o mal no es un acto de fe, sino de cómo se comportan ciertas variables que, todo mundo está de acuerdo, determinan la salud de una economía

De acuerdo con el presidente Andrés Manuel López Obrador, las cosas en el País van de maravilla… aunque el mundo entero a nuestro alrededor se esté derrumbando y todas las variables relevantes de la economía muestren signos de alarma.

Nadie, en su sano juicio, querría que al País le fuera mal, porque eso perjudica a todos. O al menos perjudica a la mayoría.

Pero que al País le vaya bien o mal no es un acto de fe, sino de cómo se comportan ciertas variables que, todo mundo está de acuerdo, determinan la salud de una economía. Creer –o querer– que las cosas vayan bien puede ser muy distinto a lo que ocurre en la realidad si no se trabaja con este conjunto de variables y no se hace nada para que modifiquen su comportamiento.

El ejemplo sencillo lo tenemos en nuestra propia economía familiar: si tenemos menos ingresos de los que requerimos para satisfacer nuestras necesidades elementales, o si perdemos el empleo, o si tomamos malas decisiones financieras, vamos a entrar en crisis tarde o temprano.

Y si entramos en crisis, tal circunstancia nos obligará a tomar decisiones que no hubiéramos tomado en otro momento o a replantearnos los proyectos a los cuales le hemos apostado, por más que estos constituyan el sueño de toda nuestra vida.

Y en tales circunstancias, lo que importa no es el diagnóstico, es decir, señalar de quién es la culpa o qué decisión del pasado nos llevó a la situación actual. Lo que importa es la realidad y cómo vamos a enfrentarla.

Esta lógica elemental, por desgracia, parece no entenderla –o no querer entenderla– el Presidente López Obrador, quien se empecina en dibujar cada mañana, desde su atril en las conferencias “mañaneras”, un país que sólo él y sus incondicionales ven.

Así, mientras las calificadoras de riesgo –cuya opinión sí toman en cuenta los inversionistas– siguen disminuyendo nuestras calificaciones crediticias y acercando a los papeles de deuda mexicanos al nivel de “bonos basura”, el titular del Ejecutivo insiste en “descalificar” a las calificadoras.

Armado con sus “otros datos” que nadie más ve, López Obrador no solamente desoye las advertencias que llegan de todas partes, sino que redobla la apuesta: “terminando la etapa crítica de la epidemia vamos a inyectar recursos a la economía popular, a la economía familiar como nunca, se va a fortalecer la capacidad de consumo y si hay capacidad de consumo, pues tiene que haber producción, si hay demanda”, dijo ayer.

En teoría –sobre todo, en la teoría del Presidente–, esta fórmula debe funcionar. El problema es que nadie comparte dicha visión y por ello la opinión unánime, fuera del gabinete presidencial, es que este será uno de los peores años de la economía nacional.

Todos, pero sobre todo los más pobres, sufriremos las consecuencias. Porque, aunque quisiéramos compartir el infundado optimismo del Presidente, lo cierto es que la economía mexicana está lejos, muy lejos, de ir “requetebién”.

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