La emergencia sanitaria y las personas especialmente vulnerables: el panorama para las mujeres trans

Politicón
/ 31 mayo 2020

Las mujeres trans son especialmente vulnerables por los contextos transmisóginos en los que la sociedad las margina y las orilla a vivir en ambientes precarios donde son más susceptibles a sufrir diversos tipos de violencia. Una muestra de esto es que en América Latina la expectativa de vida de las mujeres trans es de los 30 a los 35 años.

Según el Observatorio de Personas Trans Asesinadas, México es el segundo país del mundo más violento para esta comunidad. De 2012 a 2018, aquí se registraron 261 asesinatos violentos de mujeres trans. El Estado mexicano, de hecho, no tiene ningún tipo de cifras oficiales al respecto. Estas estadísticas han sido recolectadas por la sociedad civil.

Desafortunadamente, el año 2019 no ha sido una excepción en la creciente ola de violencia contra la comunidad trans, debido en parte al contexto en el que viven desde una temprana edad. La mayoría experimenta rechazo de familiares y amigos, conductas discriminatorias aceptadas y replicadas en las diferentes esferas sociales, además de que, en general, cualquier lugar está plagado de violencia estructural que afecta su desenvolvimiento.

En estas circunstancias, la declaración del pasado 11 en la que la Organización Mundial de la Salud consideró al COVID-19 como pandemia mundial, y su respectivo reconocimiento por México el 23 de marzo como una enfermedad grave de atención prioritaria, situó a las mujeres trans en un estado de afectación gravemente desigual.

De esta forma, según la Organización de las Naciones Unidas, la mayoría de las mujeres trans se dedican a ser trabajadoras sexuales. Siendo un empleo informal que depende del contacto directo, íntimo y cotidiano con personas extrañas, el riesgo para este colectivo es más acentuado.

La afectación, además, se agrava por no contar con seguro médico ni otros beneficios por desempeñarse en un sector informal. Las mujeres trans se ven obligadas a seguir en las calles por una simple razón: si no trabajan, no pueden solventar sus gastos más esenciales y no pueden sobrevivir.

De igual forma, aunque el actual panorama es peligroso para cualquier persona porque aumenta las posibilidades de contagiarse del virus propio de la pandemia, para las mujeres trans este no es el único potencial riesgo de muerte. La violencia de género motivada por el odio hacia la identidad de género se sigue manifestando en plena contingencia.

Un ejemplo de esto es el asesinato violento el 26 de marzo pasado de Naomi Nicole García, una mujer trans que se dedicaba a ser trabajadora sexual. Kenya Cuevas, activista y directora de la asociación Casa de las Muñecas Tiresias, conformada por mujeres trans, hoy exige justicia para Naomi. Además de advertir que hasta el momento la autoridad no ha aplicado una perspectiva de género en el caso, asegura: “no nos van a callar”.

El asesinato violento de Naomi, a cuyo funeral asistieron cinco personas en una pequeña capilla que no permitía el distanciamiento social, es una muestra de muchos que reflejan la cultura de violencia en la cual están sumergidas las mujeres trans. Hoy en día, cualquier integrante del colectivo, además de contagiarse de COVID-19, puede ser la siguiente víctima de odio.

En contraste, la respuesta de los colectivos conformados por mujeres trans ha mostrado otra cara a ese odio. Desde hace un par de semanas, la asociación dirigida por Kenya se ha organizado para repartir comida en el centro de la Ciudad de México, ayudando a personas que están en situación de calle. Su directora sentencia: “Yo no puedo estar en mi casa con la despensa llena sabiendo que mi comunidad pasa hambre”.

La pandemia acentúa las desigualdades. Como asevera el secretario General de las Naciones Unidas, “el virus no discrimina, pero sus impactos sí”. Este impacto desigual se puede avistar especialmente en los grupos vulnerables como la comunidad trans.

Cada vez es más evidente la necesidad de implementar en la presente contingencia medidas enfocadas a proteger los derechos humanos de los sectores más vulnerables. Además, es urgente que los gobiernos brinden una respuesta equitativa, donde reconozcan las circunstancias variadas que posicionan desfavorablemente a ciertas personas, quiénes deben gozar de mayor protección para reducir los riesgos de contagio.

Todas y todos debemos ser parte de la solución. Es necesaria la participación en las decisiones sobre las medidas para enfrentar la contingencia, incluidas las dirigidas a personas vulnerables. El bienestar individual es tan importante como el de la comunidad: los problemas que enfrenta el colectivo de mujeres trans deben pensarse colectivamente. Mientras que un sector vulnerable esté expuesto, el virus no podrá ser erradicado.

La autora es asistente  de investigación del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia IDH. Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA  y la Academia IDH

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