La Unión Soviética trabaja para López Obrador

Politicón
/ 10 marzo 2016

Es un texto de antología. La justificación de la Sala Superior del Tribunal Electoral de la Federación para suspender la difusión de un spot de Andrés Manuel López Obrador. El del nuevo avión presidencial que él venderá cuando gane en 2018. Véase, si no.

La Sala Superior determinó que al “no identificarse el carácter de dirigente” de López Obrador, las alusiones que hace en primera persona y “la referencia a una fecha coincidente con un proceso electoral”, más el que aparezca en close up y medium shot (no es broma), “generan un juicio de probabilidad diferente al hecho por la responsable (?), en tanto que inciden directamente en sus conclusiones (???), puesto que omiten destacar otros elementos que resultan pertinentes (?????), por lo que, “para evitar supuestos abusos de derecho, fraude a la ley u otras conductas ilícitas”… El spot debe retirarse.

Morena y López Obrador habrían combinado la (¡oh!) “centralidad del sujeto”, la “direccionalidad del discurso” (en 2018 vamos a vender el avión presidencial) y (no es broma) la “coherencia narrativa”. Así que, y aunque no sea un servidor público, “lo procedente es ordenar la suspensión del promocional hasta en tanto no se analice su plena validez” (¡sí, señor!).

¿En qué país vivimos? ¿Qué engendro de ley electoral han producido dos generaciones de políticos? En promoción y difusión electoral, México está en los tiempos de la Unión Soviética de Nikita Jrushchov y Brezhnev. ¿Quién se hace cargo de esta castración de libertades de expresión en aras de una supuesta equidad? Valdría comparar nuestra cancerígena legislación electoral con el fenómeno de cara abierta al votante que son las campañas, discusiones y debates en Estados Unidos. 

La ley soviética que impide a Miguel Ángel Osorio Chong, Aurelio Nuño o Rafael Moreno Valle comprar tiempo en los medios electrónicos para promover que quieren llegar a Los Pinos, le termina dando al “sancionado” López Obrador un premio, un reintegro, una bonificación y un boleto para la siguiente tanda.

La autoridad tardó tres meses en retirar el spot del avión (se transmitió decenas de miles de veces). Y al retirarlo, le pone la mesa al líder de Morena para que active el discurso de persecución en su contra. “Los magistrados recibieron la orden de censurar el mensaje”, dijo ya.

López Obrador se servirá del incidente para denunciar esta “censura oficial” en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. 

Y, lo más importante: después de proclamar en México y el extranjero que el Estado mafioso lo quiere borrar de la televisión, bastará que corrija la “centralidad del sujeto” y quite la fecha 2018 para que rompa la “coherencia narrativa” (insisto, no es broma) y un spot clon regrese a las pantallas: con miles de reproducciones amparadas por la ley y financiadas con los impuestos de una sociedad a la que no le queda sino apechugar la infame ley electoral. López Obrador gana, gana y vuelve a ganar con estas reglas.

Pobre México: tan lejos de Estados Unidos y tan cerca de la Unión Soviética. 
 
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