Maternidad y trabajo: el reto de las mujeres del siglo XXI
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Uno de los desafíos por conseguir en el siglo 21 sigue siendo, sin duda, la igualdad entre hombres y mujeres. Ciertamente la conquista de derechos para las mujeres, antes negados y ahora reconocidos, es tan sólo un primer paso para la necesaria transformación cultural, educativa y de conciencia de género de toda sociedad igualitaria.
Dentro de las diversas luchas, se encuentra la relativa a la igualdad en el trabajo. La división sexual del trabajo que diferencia actividades, espacios y tiempos en función del sexo de las personas fue normalizando los modelos que representan a lo masculino como productivo, y lo femenino como reproductivo. Esta concepción impulsó las demandas por la igualdad en trato, pero sobre todo en oportunidades.
Los movimientos feministas se han encargado de defender y demostrar que las capacidades para un trabajo no derivan de sus características sexuales, y que las mujeres no sólo son capaces de llevar a cabo funciones reproductivas, sino también de asumir compromisos y obligaciones laborales, cumplirlas perfectamente, igual o incluso mejor que algunos hombres.
Con la incursión de las mujeres en el mercado laboral, ya sea porque lo deciden y tienen derecho, o porque las necesidades económicas le obligan a hacerlo, dicho acontecimiento colocó en un vacío el espacio reproductivo en donde se encuentran las responsabilidades familiares y las tareas de cuidados.
Sin embargo, mucho trabajo se hizo en conquistar el espacio público que se les había negado a las mujeres y se olvidó el valor que tienen el espacio privado sobre todo para la producción de un país. La tan aclamada igualdad no logró traspasar las fronteras de los hogares, y sólo se fortaleció el cargo de las responsabilidades domésticas, reproductivas y del hogar primordialmente a las mujeres.
No es que el problema haya sido la incursión de las mujeres al mercado laboral, ni las demandas por la igualdad en ese campo. El problema es que bajo el sistema laboral actual, las mujeres que son madres y trabajadoras además de las cargas correspondientes al trabajo remunerado (empleo) se suman aquellas que implican al trabajo no remunerado como son las responsabilidades familiares.
En otras palabras, las mujeres están laborando una doble jornada. Llegan a sus moradas después de una jornada laboral de ocho horas en sus empleos, para ingresar a su segundo turno que exige labores domésticas y de cuidados (sin tiempo determinado) en sus hogares.
Actualmente las mujeres dedican 38.7 horas a la semana a las labores domésticas y de cuidados, mientras los hombres dedican solamente 13.2, además de las horas obligatorias de la jornada legal en el mercado de trabajo.
Conjuntamente, el elevado estándar de “buena madre” y “buena trabajadora” al que las mujeres laboralmente activas aspiran provoca constantes crisis existenciales, ya sea por no rendir lo suficiente en su trabajo o por ser una madre de medio tiempo.
Valdría la pena analizar si esta conquista de la igualdad en el espacio público laboral realmente no ha sido tan provechosa y ha causado mayores perjuicios en las mujeres trabajadoras que han decidido ser madres.
Por último, es necesario reconocer que tanto la producción como la reproducción son igualmente importantes y fundamentales para la economía y desarrollo de un país. En ese sentido, es urgente trabajar en la restructuración del sistema laboral mexicano que tenga como objetivo que las actividades domésticas no constituyan un freno para las personas en su incorporación y permanencia en el mercado laboral, y evitar considerar que estábamos mejor cuando estábamos peor.
La autora es investigadora del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia IDH.
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH.
Derechos humanos S. XXI