Mirador 20/06/16
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Unos meses antes de que muriera mi querido primo Rubén Aguirre, o sea el Profesor Jirafales, el excelente reportero Humberto Vázquez le hizo una entrevista en su casa de Puerto Vallarta. Ahí Rubén dijo esto de mí:
“… Armando es un hombre muy bueno. Él me hizo el prólogo del libro de memorias que escribí. Cuando se lo pedí me dijo: ‘Claro que sí, Rubencito’. Y ahí está el prólogo; tienes que leerlo. Yo estoy orgulloso de él. Siempre digo a los cuatro vientos: ‘Soy orgullosamente primo de Catón’. Es un señorón que conoce el idioma, el lenguaje. Tiene muchos talentos; siempre es un placer leerlo y empaparte de su sentido del humor…”.
Menciono esto por el valor inmenso que esas palabras tienen para mí, pero también para mostrar la generosidad de Rubencito y la bondad con que siempre me trató. Crecimos juntos —él mucho más que yo—, e infinidad de veces disfrutamos el regalo de la charla familiar; de los recuerdos de niñez y juventud; de la entrañable evocación de nuestros padres y nuestros abuelos.
Rubén enriqueció nuestra vida y la de millones de niños que aprendieron de él a decir: “Ta ta ta ta”. No hay muerte para quien puso tanta felicidad en la vida de sus semejantes.
¡Hasta mañana!...