(No) vela
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(No) vela
Vela que a cada instante parpadeas
y se te va la vida en un resuello:
el pabilo apagado pone un sello
cotidiano a la muerte que deseas.
Las estrellas serán las albaceas
cuando el humo encanezca tu cabello;
las lágrimas de cera de tu cuello,
perlas de luz eterna, en que ya ondeas.
Vieja y negra como una celestina,
conservas de una virgen la pureza,
la piadosa rodilla sobre el plato.
Eres del tiempo sustancia y doctrina,
gracias a tu halo es un altar la mesa
y sollozo de un ángel tu alegato.
Persona
La realidad, igual que el pensamiento,
sucede. Van y vienen las ideas,
huyen las cosas antes que las leas
en la inestable página del viento.
Medran en el capricho, el aspaviento,
unas de otras son las panaceas,
te pronuncian si las parafraseas
y las repites hasta el desaliento.
Efímeras visiones, la persona
es el cántaro oscuro en que resuenan,
el silencio es el ímpetu y la arcilla.
Se insuflan, se desinflan, se rellenan,
lo pensado a lo real se parangona
y el viento del objeto desensilla.
Ícaro
Morada no, el bar es más laberinto:
Ícaro, tras guardar pico de cera,
busca su sombra, que ha quedado afuera,
su auténtico volumen. El recinto
es vasto, el mármol de las nubes tinto
en coágulos solares. La visera
de la mano le muestra otra ladera,
la de los arquetipos. Cual lo pinto,
dando traspiés en las primeras gradas
–el alcohol ya lo exalta, ya lo humilla–,
le pone al sol la espuela y el estribo.
Nadie sus alas vio desintegradas;
tranquilamente ahora desensilla
del mito: todo fue como lo escribo.