(No) vela

Politicón
/ 19 noviembre 2018

(No) vela

Vela que a cada instante parpadeas

y se te va la vida en un resuello:

el pabilo apagado pone un sello

cotidiano a la muerte que deseas.

 

Las estrellas serán las albaceas

cuando el humo encanezca tu cabello;

las lágrimas de cera de tu cuello,

perlas de luz eterna, en que ya ondeas.

 

Vieja y negra como una celestina,

conservas de una virgen la pureza,

la piadosa rodilla sobre el plato.

 

Eres del tiempo sustancia y doctrina,

gracias a tu halo es un altar la mesa

y sollozo de un ángel tu alegato.

 

Persona

La realidad, igual que el pensamiento,

sucede. Van y vienen las ideas,

huyen las cosas antes que las leas

en la inestable página del viento.

 

Medran en el capricho, el aspaviento,

unas de otras son las panaceas,

te pronuncian si las parafraseas

y las repites hasta el desaliento.

 

Efímeras visiones, la persona

es el cántaro oscuro en que resuenan,

el silencio es el ímpetu y la arcilla.

 

Se insuflan, se desinflan, se rellenan,

lo pensado a lo real se parangona

y el viento del objeto desensilla.

 

Ícaro

Morada no, el bar es más laberinto:

Ícaro, tras guardar pico de cera,

busca su sombra, que ha quedado afuera,

su auténtico volumen. El recinto

 

es vasto, el mármol de las nubes tinto

en coágulos solares. La visera

de la mano le muestra otra ladera,

la de los arquetipos. Cual lo pinto,

 

dando traspiés en las primeras gradas

–el alcohol ya lo exalta, ya lo humilla–,

le pone al sol la espuela y el estribo.

 

Nadie sus alas vio desintegradas;

tranquilamente ahora desensilla

del mito: todo fue como lo escribo.

 

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