Nuestros desaparecidos
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Hoy domingo se presenta al público un “Manual de acciones frente a la Desaparición y la Desaparición Forzada, orientaciones para las familias mexicanas de personas desaparecidas”.
Como su nombre lo indica, se trata de un pequeño libro que cabe en la mano (manual) para ser utilizado en caso necesario. En él se dan consejos de qué hacer en caso de la desaparición de un pariente, amigo, conocido o un desconocido también. ¿A quién avisarle?, ¿cómo denunciar el hecho?, ¿qué hacer frente al Ministerio Público?, ¿está obligado o no el Ministerio a recibir mi denuncia y a darme una prueba de que denuncié?, etcétera.
Quizá piense usted que es un librito que no le dice nada. ¡Bien puede ser!, pero no esté tan seguro de que no lo necesitará. Por lo que sabemos todo mundo puede ser desaparecido o tener a alguna persona cercana que de pronto no aparece por ningún lado. Me parece importante darle algunos datos.
La comunidad formada por personas a las que les desaparecieron a alguien cercano se nombra Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila y han demostrado la desaparición de 372 casos en nuestro Estado. Estos son, por supuesto, los que tienen nombre, fechas, lugar, datos de su ausencia que no tienen nada qué ver con cuestiones personales (huida), rupturas familiares u otros. Además se han localizado 480 cuerpos a los que nadie ha reconocido pero que esperan que algún día puedan recuperar sus nombres. Ambas cifras, que suman 852, han sido reconocidas por el Gobierno del Estado. Quedaría un monto casi imposible de saber que son los secuestrados y quemados en la cárcel de Piedras Negras, que se han calculado en 150, sin mencionar a los de Allende.
Sabemos que el crimen organizado ha tenido su mayor violencia en el noreste mexicano. La cifra de Coahuila es enorme pero pequeña frente a las de Tamaulipas y Nuevo León. Somos la región más vapuleada por los delincuentes y en algunos casos con participación de autoridades. Se ha demostrado que un gobernador de Tamaulipas estuvo apoyando a los Zetas sin ningún temor de que el poder judicial lo alcance, ¿por ser priísta?, quizá.
Vienen a mi mente datos del pasado. Desde la orilla de la historia quiero decir que el noreste novohispano fue el espacio geográfico en que más secuestros hubo en todo lo que hoy es México.
Desde el principio, todavía en el siglo 16, los españoles secuestraron indígenas para irlos a vender en Las Antillas. El obispo de México, fray Juan de Zumárraga, denunció el secuestro y venta de quince mil. Fray Bartolomé de las Casas reveló el envío de cien mil a Cuba, Dominicana, Honduras y Venezuela. En los siglos 17 y 18 siguió la racha de secuestros. El obispo León y Garabito acusó al Gobernador del Nuevo Reino de León, en 1682, de participar en la esclavización de los chichimecas. Etcétera. ¿O sea que no hay nada nuevo bajo el sol?, parece que no y que los norestenses pagamos por alguna culpa que no cometimos. Lo que sucedió en la era colonial y lo que sucede ahora tiene mucho qué ver con la situación geográfica: antes por estar cerca del Caribe, donde habían asesinado a sus propios indios y los reemplazaron con coahuileños, chisos, cocoyomes y otros; ahora por estar junto a Texas y Estados Unidos, donde están los drogadictos y las armas.
Los familiares de desaparecidos en Coahuila han creado organizaciones no gubernamentales. Hay una en La Laguna (salen los fines de semana a buscar cadáveres en el desierto), otra en Piedras Negras, una más en Allende. Desconozco si existen en Nuevo León y Tamaulipas pero es seguro que las hay.
No creo, como historiador, en eso de que la historia se repite. No es posible, porque ni las circunstancias, ni la gente, ni los poderes… nada puede repetirse. Es conocida la frase de Marx que dice que la historia se repite pero una vez como tragedia y otra como comedia. Lo que vivieron los indios nómadas de Coahuila fue una tragedia, lo que hemos vivido nosotros es una tragedia. Nada es igual, sin embargo se parece. Pero no se trata de emular a Lutero con su concepto de que todo está señalado desde siempre por Dios, ni al Destino Manifiesto de los gringos. Hay que luchar contra la injusticia donde se dé y donde estemos. ¡Que no se repita la maldad!