PRI, Casos de la Vida Real
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Amigas, amigos, Godínez míos.
El día de hoy conoceremos la experiencia que un burócrata estatal nos comparte en su emotiva carta.
Aunque por razones obvias nos reservamos su identidad, así como la de la dependencia para la cual labora, les puedo asegurar que su peripecia es real y se ve replicada cientos y cientos de veces en nuestro Coahuila hermoso y devastado.
Acompáñenme a “ler” esta triste historia:
“Aquel viernes 28 de octubre auguraba un fin de semana especial: Mi hija me había pedido cuidar de mi nieto la mañana siguiente, lo que me rescataba de mis insípidos fines de semana habituales.
“El sencillo acto de planear actividades con mi nieto me embargaba de alegría, hasta que una llamada para presentarme ante mi jefe me sacó de mis ensoñaciones:
“Me notificaron que tendría el privilegio de participar en un mitin del Partido Revolucionario Institucional en un crucero de la ciudad y, dado que dichas distinciones no son declinables, dije adiós al tiempo de calidad con mi nieto.
“Mi jefe, al menos fue sincero: ‘Hay que apoyar, ya sabes cómo es aquí. Luego, luego se fijan en los que no participan. Como quiera tú no tienes nada que hacer los fines de semana (asume que porque soy viejo no tengo vida propia)’.
“Quería gritarle que sí tenía algo que hacer, y más importante, pero sólo asentí con la cabeza y salí de aquella oficina abrumado por mi nueva encomienda.
“Cancelé a mi hija con el peso de mi corazón, pero supo entender que aquella participación proselitista no es optativa, sino voluntariamente forzada.
“Llegué puntual como me lo pidieron (10:00 am) y ya había gran movimiento de gente a la que como yo, desde otras dependencias, le habían robado su sagrada mañana sabatina. Había también jóvenes cuya cara delataba la resaca resultante de su noche de viernes.
“Iniciamos la pantomima de ondear la bandera del PRI como si de verdad nos la creyéramos. Se comentaba que aquello había sido orquestado por María Esther Monsiváis (vaya ironía) para ir calentando el ambiente con miras a la siguiente elección.
“La auténtica militancia priísta se distinguía por vestir camisetas rojas y porque nos pedía un mayor entusiasmo. La verdad, a mis años las fuerzas prefiero guardármelas para situaciones más provechosas.
“Son apenas las 11 y no le veo fin a aquella farsa. Unas muchachas me piden que les tome una foto para ‘mandarla a su jefa’ y así les crea que sí asistieron al evento. Muchos automovilistas nos ven y, tan pronto identifican nuestra marca, hacen sonar el claxon y nos mientan la madre… y no los culpo.
“No sé quién pueda creer que así se logren votos, el caso es que deciden que hay que intentarlo de todos modos, total, le salimos de a gratis.
“Al otrora invencible partido no le importa ya hacer el ridículo y es Coahuila de hecho el hazmerreír de todos los medios nacionales. Que no vamos a estar contentos hasta que no hagamos Gobernador a cada hermano Moreira, dicen. Lo cierto es que tienen miedo, desde el Gobierno se temen ya lo peor, porque aunque digan que el pueblo lo aguanta todo, cierto es también que todo tiene un límite. Y yo espero que éste sea su final, no me importa si me corren de llegar un nuevo partido al Poder, prefiero un cambio.
“En eso pensaba cuando un grito me sacó de mi cabeza: ‘¡Vámonos!’ Pero ya pasa de la una y mi sábado está arruinado. ¡De nada, PRI! ¡De nada, señor Gobernador! ¡De nada, bola de zánganos que viven del sudor de todos nosotros!
“Lo malo es que con la elección en puerta ya me puedo ir despidiendo de muchos otros sábados de tranquilidad o de sonrisas con mi nieto. Pero al Gobierno se le hace muy natural disponer de nuestra persona, de nuestro tiempo y de nuestra voluntad para servirle de comparsa, para arrogarse credibilidad (aunque no imagino quién pueda tragarse semejante embuste). Y ya sea desde un vergonzoso mitin de crucero, un agotador toque de puertas, e incluso desde el Internet (donde hay que comentar, dar “me gusta” y compartir todo lo que publica la cuenta oficial) el Gobernador tiene en los empleados públicos un ejército de peones de los cuales disponer sin empachos, restricciones, miramientos o ninguna clase de escrúpulos. Somos como los “minions” de esa película que tanto le gusta a mi nieto. ¿Quién cree usted que será aquí el villano?
“Esto es México, este es Coahuila en pleno Siglo 21. Y juro por lo que más quiero, que es la vida de ese niño de cuya alegría tendré que prescindir cuando así me lo requieran, que todo lo aquí relatado es tan cierto como el hartazgo de los coahuilenses”. FIN.
Coaccionar a alguien desde la posición de poder que da el ser empleador de alguien no sólo es inmoral, es criminal. Y cuando esta forma de extorsión la ejerce el Gobierno con fines electorales, suma una importante agravante a este abuso y violación a los derechos humanos.
Amigo Godín, amiga servidora pública, sigan enviando sus casos a la Nación Petatiux y recuerden que este espacio es de todos ustedes.
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