Reforma energética: el otro fracaso

Politicón
/ 10 agosto 2016
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El 4 de enero de 2015, Enrique Peña Nieto difundió un tuit en su cuenta personal que señalaba “Gracias a la Reforma Hacendaria, por 1era vez en 5 años, ya no habrá incrementos mensuales a los precios de la gasolina, diésel y gas LP”.
El mensaje formaba parte de una intensa campaña mediática con la que el Gobierno federal festinaba las reformas estructurales derivadas del Pacto por México, en el que se aseguraba que bajarían los precios de los combustibles y la electricidad; generando, dijo, un mayor desarrollo económico en beneficio de la sociedad. La realidad ha demostrado, una vez más, que el prometido País de las maravillas fue un engaño. Desde la promulgación de las reformas a la fecha, los precios de los energéticos, lejos de disminuir, se han incrementado, dañando a la economía popular, evidenciando así el fracaso de la reforma energética.

A lo largo de la última década, el aumento en el costo de los energéticos ha sido una constante. Durante los primeros tres años del actual gobierno, las gasolinas registraron aumentos que rondan el 30 por ciento, mientras que el salario mínimo tuvo un incremento de apenas 16 por ciento (73.04 pesos diarios), lo que apenas alcanza para adquirir 5.2 litros de gasolina Magna (13.98 pesos por litro).

La gasolina en México es una de las más caras del mundo. Por ejemplo: en Estados Unidos el precio fluctúa por debajo de los 60 centavos de dólar por litro (11.40 pesos), mientras en Venezuela se mantiene un precio de 21 centavos de dólar por litro (4.00 pesos).

Al mismo tiempo, la Comisión Federal de Electricidad ha anunciado que las tarifas de este energético subirán para el sector industrial entre 2 y 5 por ciento; para el uso comercial, entre el 5 y 7 por ciento, y la tarifa de uso doméstico de alto consumo aumentará 6.8 por ciento.

Ello ha impactado en los precios de diversos productos y de servicios, lo que llevó a que la inflación en el mes de julio alcanzara un 2.72 por ciento, cuando la inflación estimada para este año era de 3 por ciento.

¿Por qué razón aumenta el precio de las gasolinas y las tarifas de electricidad, si el costo internacional del petróleo ha disminuido, y el precio del gas natural que se utiliza en la mayoría de las plantas de generación de electricidad no ha aumentado? ¿Acaso el pilar del discurso neoliberal para justificar la apertura indiscriminada del mercado no consiste en sujetarse a las reglas de la oferta y la demanda?

La respuesta no puede reducirse, como ha pretendido el titular de Hacienda, a la dinámica económica global o a los daños colaterales del Brexit británico. Se trata de la incompetencia gubernamental para solventar el déficit fiscal, resultado del desmedido incremento del gasto corriente en más de un billón de pesos y la caída del 26 por ciento en la inversión en infraestructura en los últimos tres años.

Hoy, el 36 por ciento del costo final de las gasolinas corresponde al Impuesto Especial de Producción y Servicios, el cual ha tenido un crecimiento en su recaudación del 17.6 por ciento, muy por encima del Impuesto Sobre la Renta que creció en 11.3 por ciento, y del IVA que creció 5.2 por ciento; sumando al mes de mayo del presente año 116 mil 400 millones de pesos, mientras que los impuestos por exploración y explotación de hidrocarburos recaudaron sólo mil 646 millones de pesos en el mismo periodo.

Ése es el resultado de la reforma energética y su rotundo fracaso. No llega la inversión esperada, crece el número de despidos de personal técnico altamente calificado, se malbaratan los bienes de Pemex, se entregan a particulares campos petroleros consolidados, complejos petroquímicos y se concesionan las pocas refinerías del País como la de Ciudad Madero.

No existe justificación técnica para el aumento en el precio de la gasolina y de las tarifas eléctricas. Se trata de solventar las ineficiencias gubernamentales, su propósito recaudatorio tendrá graves efectos inflacionarios, cargando sobre los hombros de los mexicanos el déficit en la hacienda nacional.

Así como es inevitable la revisión de la reforma educativa, lo es también revisar la reforma energética.

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