Reto sobre reto

Politicón
/ 8 abril 2021

El innegable panorama de problemas que nos pone enfrente el 2021 giran alrededor tanto de la pandemia (que sigue y seguirá) como de las elecciones (las más grandes que jamás nuestro país haya presenciado). Ambos, por separado, son retos inmensos y complicados en sí mismos, sin embargo, sumados los dos, como la realidad y las circunstancias lo exigen, se vuelve el gran reto de nuestro país a vencer en los próximos meses. Elecciones y pandemia son elementos que parecen ser incompatibles y excluyentes y que, sin embargo, este año se fusionan en una realidad que ha sido, de por más, bizarra y difícil de enfrentar.

Sin lugar a dudas las campañas políticas en sí mismas son y serán el primer problema. Pues cómo hacer proselitismo en un ambiente donde, en principio, no se puede salir y menos a lugares concurridos; pues eso sólo propagaría el virus y le daría más fuerza. Por ello, los candidatos se encuentran ante una disyuntiva que los pone en directa contradicción con sus posibilidades de hacer una campaña política: si hacen caso omiso de la pandemia, pueden ser acusados de no ser los suficientemente sensibles ante la crisis sanitaria, si hacen caso, entonces, no podrán expandir sus propuestas e ideas de campaña.

De este problema, que no es sencillo, surgen otros problemas. Si la pregunta es, ante la contingencia sanitaria, ¿cómo hacer campaña? Parecería que se tienen que hacer uso de otros recursos menos encomiables, pero que en el cálculo de utilidad política se pensará dar salida a muchos candidatos para provocar al electorado. Uno de ellos, sin duda, sería la provocación de movimientos sociales. Aguijonear a grupos sociales cuyas demandas no han sido cumplidas para que salgan a demandarlas a las calles y golpear a los gobiernos en turno. De esta forma provocarán el voto de castigo y no el voto razonado. Es decir, es una forma de proselitismo indirecto, que puede resultar profundamente eficaz, pero que al final deslegitimará la lucha social. El problema que enfrentarán tanto la ciudadanía como las autoridades, será detectar qué movimientos sociales son genuinos (reclamos genuinamente establecidos y no satisfechos por las autoridades) y qué movimientos son un artilugio político-electoral. Lo cierto es que ante los ojos de la ciudadanía esta clase de movilizaciones cohesionan de forma irreflexiva una manera de entender la realidad y con ello modifican sus creencias. Es decir, generan el voto basado en el engaño.

Otra salida también es la polarización. Es decir, cambiar el discurso de la propuesta política por el discurso de la culpabilidad y la responsabilidad. Esta clase de discurso, en tiempos actuales, es profundamente persuasivo. Pues los ciudadanos, tanto los cansados por quedarse en casa como los cansados por no poderse quedar en casa (por necesidad), son material humano dispuesto a escuchar acusaciones y deslindes de responsabilidades. Además de la generación de encono entre la ciudadanía, el problema de la polarización no es únicamente político, pues representa un verdadero problema social. Lo menos que nos conviene a los mexicanos es la división ciudadana y los rencores entre diversos grupos. Pues no solo el problema sanitario requiere unión, sino que el panorama económico no se verá beneficiado con la división y el enfrentamiento social.

Se puede argumentar que no tienen otra salida los candidatos más que echar mano de estos recursos. Sin embargo, el límite está siendo impuesto por la falta de imaginación; recursos sí hay, desde las redes sociales y los modernos medios de comunicación, hasta el tratar de transmitir sus mensajes de forma menos directa, o en grupos de personas pequeños, pero significativos para las poblaciones como líderes sociales, asociaciones o sindicatos que estén en ánimos de difundir los mensajes en cadenas piramidales.

Las campañas políticas no volverán a ser lo mismo, y parece necedad seguir insistiendo en los antiguos métodos proselitistas cuando, la realidad ya es otra. Cuando, el mundo, ya es otro. Debemos, en realidad, comenzar a reinventarnos en lugar de seguir aguardando el tan usado y esperado “cuando todo esto pase”.

Nació en Acapulco, Guerrero, el 7 de agosto de 1946. Realizó sus estudios profesionales en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México de la UNAM, obteniendo el título de Licenciado en Derecho el 17 de agosto de 1970. Tiene 13 años en la Administración Pública, Federal y Estatal, lapso en el cual desempeñó diversos cargos como son: Director General de Asuntos Jurídicos del Gobierno del Estado de Guerrero, Director Jurídico de la Administración del Patrimonio de la Beneficencia Pública, Director de Normatividad y Control de la Dirección General de Adquisiciones, Director de Legislación y Consulta de la Dirección General de Asuntos Jurídicos, todos de la Secretaria de Salud, y Secretario de Finanzas del Gobierno del Estado de Guerrero. Ha sido académico y catedrático de las Universidades Americana de Acapulco, Anáhuac del Sur, Iberoamericana, ITAM, Escuela Libre de Derecho e Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, además ha participado como expositor y conferencista en instituciones Públicas y Privadas y como representante de México en Foros Internacionales. Asimismo ha participado en diversos trabajos legislativos de los que han resultado importantes reformas a Leyes relacionadas con la Administración de Justicia. Ha publicado diversos libros y participado en revistas. Su actividad en este Tribunal ha sido de 31 años, inició en 1966 como Archivista “G” Transitorio del Archivo Judicial, Taquígrafo “F”, Secretario del Ramo Penal en el Juzgado Primero Mixto de Paz ocupando diversos puestos administrativos hasta el año de 1969 que fue designado Juez “A” de Paz de Cuautepec Barrio Bajo. Después ocupó los cargos de Juez Décimo Quinto Mixto de Paz del Partido Judicial de México Distrito Federal, Magistrado Numerario (1993-1999), y Magistrado de la Primera Sala Civil de 2003 al 2007. Ocupó el cargo de Presidente del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de Judicatura del Distrito Federal, actualmente es embajador de México en los Países Bajos.

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